Con la renuncia de Eduardo Ovando Martínez a las filas del PRI, hoy queda claro que para muchos cuadros del partido, este nunca fue un instituto político al que se le debe brindar al menos respeto y agradecimiento -ante su falta de convicción- sino que se trató de una simple agencia de empleo para aquellos aduladores expertos en la técnica de la sonrisa y el abrazo.
“Se va Ovando y se lleva sus redes”, dicen.
Pues ha de ser araña, porque está visto que no tiene los adeptos que dice tener, y sí más bien muestra la poca seriedad que tiene, al dar la espalda al partido que en su momento le dio mucho más de lo que alguna vez soñó.
Pero bien dicen que “el interés tiene pies” y por ello huye a los brazos de Morena, partido político que en 2018 recogerá como torbellino todo el voto de castigo hacia el priismo y el panismo, institutos víctimas de la rapacidad sin límites de aquellos que han ostentado el poder.
“La lucha se hace desde adentro”, dijo Roberto Madrazo Pintado cuando no fue favorecido por al PRI al buscar la candidatura a la presidencia en el año 2000, justo cuando todos pensaban que renunciaría al partido, y así el político tabasqueño luchó hasta ser abanderado seis años después.
Es cierto, hoy el PRI atraviesa una crisis de credibilidad más grande que la vivida en los años 2000 y 2006, cuando perdió la presidencia, producto de la excesiva corrupción de gobiernos como el de Enrique Peña Nieto, Roberto Borge y los Duarte (César y Javier).
Sin embargo, si fuiste alcalde, senador, diputado y obtuviste cargos gracias a este partido, lo menos que le debes tener es agradecimiento, respeto y lealtad, aunque esta última palabra se diluye cada vez más en la política de México.