Estar catalogados como “corruptos” es un agravio.
Sin embargo, todo indica que por mucho tiempo la palabra “corrupción” va a asociarse a Quintana Roo.
Y, como aseveró el gobernador Carlos Joaquín, es un triunfo haber cambiado de sitio nacional. Es decir, ya no ser los más corruptos del país según el INEGI.
¿Qué nos sucedió? Que ganas de que los jueces, en sus manos está el tema, encuentren que todo fue un gran desbarajuste administrativo y que no se cometieron los hechos que hemos escuchado hasta el cansancio, hechos que documentan un infinito asombro. Porque, a ver, que alguien me explique cómo se pueden hacer “negocios”, corrupción, como lo quieran calificar, con aviones.
Falsificar una factura de papelería, de comida, hasta de gasolina, es un mecanismo simple, o lo era porque la Secretaría de Hacienda federal ha puesto muchas trabas para la “falsificación” o la expedición sin fundamento de facturas. Pero ¿aviones?… El tema es, justamente, del tamaño de un avión.
Así de grande.Por eso hay que aceptar, supongo que, con vergüenza, la afirmación de Carlos Joaquín de que el sexenio pasado se escribió, en Quintana Roo, una enciclopedia de la corrupción.
Y el tema es muy serio. Porque, como sucede en el anuncio de los discos piratas, lo que un niño observa en su casa va a formarlo, va a decidir si tiene o no moral. Es decir, si entiende que hay una diferencia entre ser honesto y no serlo.
Otro tanto sucede en las instituciones, sobre todo en las oficinas públicas, donde los empleados ven las muchas maneras en que sus jefes lucran con el presupuesto oficial, otra vez las facturas falsas que pasan de mano en mano, y repiten en automático esta conducta. Así hasta el infinito. Hasta el último escalón de autoridad.
¿Cuántas veces se cancelaron boletos de avión, viáticos para policías, gasolina, compostura de vehículos, gastos necesarios porque el gobierno anterior no había pagado? ¿Cuánto había que suplicar, días, semanas, para que el gobierno anterior pagase una factura legítima? ¿Por qué, esa es la gran pregunta, no había nunca dinero, por qué siempre estaban “completando” los sueldos, llegando a la quincena sin recursos? ¿Cuántos proveedores, pequeñas empresas, quebraron por falta de pago oportuno?
Estas son las preguntas. ¿Ninguno revisó las facturas que pasaron por las manos del responsable de aviones y vuelos oficiales? O, cómo tanto, todo era por orden superior y ninguno, absolutamente ninguno, pensó en algún momento que eso no era lo correcto.
Porque esto es lo más importante. Esto es lo que convierte a una sociedad, toda, en corrupta. Que la gente, que todos los protagonistas, hayan estado convencidos que era correcto, que así era como debían hacerse las cosas… Por qué entonces estaríamos hablando de una enciclopedia escrita en mucho más tiempo que cinco años.
¿En qué momento comenzó a ser “normal”, “correcto”, “adecuado” lo que hoy se persigue por Ley?
Al señor Carlos Alberto Acosta Gutiérrez, lo detuvieron en su nevería. Es decir, que después de tener conocimiento y capacidad para manejar los aviones, se “retiró” poniendo una nevería… no huyó, no estaba escondido, no se fue a vivir siquiera a otra ciudad del Estado… ¿Por qué? No hay otra respuesta que, porque tenía la conciencia tranquila, porque no pensó que hubiese hecho algo incorrecto, menos todavía ilegal que ameritase cárcel. Mauricio Rodríguez estaba trabajando en Cancún, en una posición política… y así podemos irnos.
La tranquilidad de los hoy “indiciados”, o como quiera que el nuevo sistema penal llame a los presuntos responsables, nos demuestra la infinita inconciencia sobre lo que hacían, firmaban o encabezaban.
Esa es la modalidad de la corrupción quintanarroense que habrá de analizarse a fondo… si es que se quiere combatir.