Poco antes de iniciar el tecleo de esta entrega, a la hora de los sagrados alimentos encendí la televisión y estaban pasando el programa de “Chespirito” y de manera irremediable me trasladaron a otras épocas de mi vida. Cómo olvidar a los personajes de tan cómico programa.
Quico, El Chavo, Don Ramón, incluso otros como el Chómpiras, y claro, por supuesto que La Chimoltrufia. Ah cómo arrancaba carcajadas ese personaje, famoso porque “así como decía una cosa, decía otra”. Era reconocida por ello, porque no hilaba dos ideas juntas y se desdecía a cada rato, nadie le podía creer nada, porque después decía lo contrario.
“Pos pa qué te digo que no si sí”, decía con su singular simpatía. Y así, nomás porque abría la boca, era capaz hasta de asegurar que un estado ya había perdido un territorio de 10 mil 200 kilómetros, para al día siguiente decir que siempre no, que no quiso decir lo que dijo.
Y así, derrapaba una y otra vez en muy poco tiempo, siempre argumentando que la malinterpretaron, cuando en sus frases cortas, había sido muy clara.
Qué simpática caracterización de Florinda Meza, esa de la “Chimoltrufia”, un personaje en el que simplemente no se puede confiar, porque uno nunca sabe cuándo está conectando el cerebro con la boca para hablar.
Qué desesperación para el Chómpiras y para el Botija, tener que lidiar con una persona así, totalmente desconfiable por el hecho de que “así como dice una cosa, dice otra”, sobre todo porque puede poner en peligro la seguridad de quienes ahí viven, diciendo cosas a la ligera para después asegurar que no dijo eso, que dijo otra cosa, como si la gente que la escucha fuera tonta o estúpida.
En fin, no pasó más allá de recordar las tonterías que hacían en ese programa de Chespirito, que hace años era transmitido todos los lunes en la noche.
Qué bueno que no pasa de ahí y que todo queda en un simple programa cómico, que esto no podrá ser