Finamente terminada y magistralmente actuada, La Bruja es una joya de la cinematografía de este 2016, un año saturado por los cómics, por lo que se agradece este portento de frescura en el género. No es la película que estábamos esperando, sin embargo, es una muestra de lo bien que se puede hacer cine todavía, y de lo valioso de contar con un buen elenco.
Contrario a lo que se podría pensar, esta cinta no cabe como tal en la clasificación de cine de terror, no es propiamente de sustos, vaya, sin embargo sí contiene escenas que pueden provocar sobresaltos y escalofríos, si bien es más involuntario que buscado, logra ser perturbadora.
La trama se construye a partir de documentos de la época que contaban el surgimiento de las historias sobre avistamientos de brujas en los bosques de Nueva Inglaterra, comarca que contempla el estado de Massachusetts, donde se encuentra la mítica Salem, también conocida por la “Ciudad de las Brujas” por los famosos juicios que tuvieron lugar en el condado de Essex.
Embelesan las grandiosas actuaciones de todo el reparto, particularmente del padre de familia William (Ralph Ineson), la protagonista Thomasin (Anya Taylor-Joy), y su hermano Caleb (Harvey Scrimshaw), excelsos todos en este filme escrito y dirigido por el debutante Robert Eggers, quien basa su experiencia como escenógrafo para patentar su calidad al frente del barco.
Mención honorífica para el vestuario de Linda Muir, montaje de Louise Ford, la oscura fotografía de Jarin Blaschke y la música de Mark Korven, pero particularmente para Ineson, a quien conocemos de sus participaciones en la saga de Harry Potter y Game of Thrones, quien succiona la pantalla a placer, y nos saca de ella para, de repente, sumergirnos en una pieza de teatro clásico de Shakespeare, con un giro escalofriante y un final estremecedor.