En el siglo XIX la Península Yucateca se había independizado en varias ocasiones de la nación mexicana, primeramente la geografía contribuía al estar lejos de la capital, los medios de comunicación eran poco accesibles y una gran parte la que la sociedad de esta zona se “cocía aparte”.
Las circunstancias que les llevaron a tomar la decisión de reincorporarse a la nación mexicana, fueron coyunturales, ya que para esa época la Guerra de Castas se encontraba en el punto más álgido y entonces la península, el gobierno de Yucatán y Campeche, incapaces de controlar el avance, deciden retornar.
La península tiene muchas ventajas que le permiten ser única: primero, un litoral caribeño de enorme extensión (800 kilómetros), con un arrecife de enormes atractivos en la industria turística y pesquera; segundo, es el asiento de una de las grandes culturas prehispánicas: la maya, teniendo entonces zonas arqueológicas de gran envergadura y belleza; tercero, tenemos una zona de petróleo, que pese a que el Ilustrado exprese descaradamente: “Se acabó la gallina de los huevos de oro”, seguramente hay mucho por explotar aún.
Ante estas grandes ventajas sobre otras zonas de México, podemos presumir que nuestra península bien podría ser independiente y formarse como un nuevo país en la geografía de América Latina.
De ser así, las ventajas serían enormes: Abundancia de recursos naturales; industrias primarias y terciarias con gran potencial; una población diversa pero ávida de tener un gobierno más honesto y con mejor equidad en el reparto de la riqueza y de paso, una división geográfica ya de facto. ¿Había usted pensado alguna vez esta posibilidad?