El pasado 1 de octubre de 2016, los 11 nuevos presidentes municipales en Quintana Roo, de diferente extracción partidista, tomaron las riendas de sus respectivos municipios. Los que se fueron (casi todos priistas), dejaron un agridulce –más agrio que dulce- recuerdo en la mente de sus gobernados.
La inmensa mayoría de ellos, por no decir que todos, pasaron de noche, sin obra alguna de relieve que pueda ser recordada por sus conciudadanos como notable. Fueron administraciones que hicieron sufrir al pueblo, con desparpajo, los munícipes que se fueron gritaban a los cuatro vientos sus programas de “austeridad y ahorro”, y, en el colmo del cinismo, sus corifeos los denominaban por eso “excelentes administradores”.
Así podríamos pasar revista a todos los municipios de Quintana Roo, y solo unos cuantos se salvarían dado que supieron en realidad administrar las sobras y brindar dentro de sus miserias buenos servicios a sus gobernados.
Para la nueva remesa de alcaldes, no ha sido fácil lidiar con las herencias dejadas, pareciera que tienen muchas ganas de hacer, con un costal de promesas hechas a la ciudadanía, pero con muy pocas expectativas financieras ya que deberán seguir pagando las deudas heredadas, no por los que se fueron el pasado 30 de septiembre, sino en algunos casos por los que los antecedieron.
La pregunta es: ¿Han tenido la capacidad de gestión para bajar recursos del gobierno federal para poder realizar un gobierno menos gris que el de sus antecesores?, ¿o habrá que aguantar otro año de obras de papel y saliva, de “austeridad y ahorro” en detrimento del pueblo y ganancioso para los acreedores?
Todos los que entraron llegaron con la mira puesta ya en el 2018. Algunos tienen elevadas aspiraciones políticas que podrían ser aplastadas por la ausencia de efectivo para echar a andar la economía con obra pública necesaria, indispensable, o para resolver problemas totalmente impostergables como los del agua potable y el empleo.
La clave para todos los actuales munícipes será encontrar las llaves que permitan abrir los cofres del tesoro estatal y federal.
El número uno podría ayudarlos mucho, pero no a todos. En el camino iremos viendo quiénes están en el ánimo del gobernador y podremos ir dilucidando quiénes serán candidateables a reelegirse o ir en búsqueda de otro hueso en el próximo proceso electoral que está por llegar.