Miles de taxistas salieron ayer a las calles de los diferentes municipios de Quintana Roo en protesta ante la entrada de Uber, como opción de transporte público.

Y de inmediato surge la pregunta: ¿Es protesta o miedo?

Suegras, cuñadas, comadres y villanas, yo siempre he sido de la idea de  que los monopolios deben terminar, debe privilegiarse la competencia en todos los ramos para que la gente cuente con la oportunidad de elegir el que mejor le convenga.

Son ya varios los rubros que anteriormente se mantenían monopolizados y que ahora se han abierto a la libre competencia.

Quizá el más sonado e incluso histórico para el país fue el servicio telefónico, anteriormente brindado de manera exclusiva por Telmex, primero como empresa gubernamental y después en manos privadas (Carlos Slim).

En este caso, de inmediato se notó el cambio. Ahora el servicio telefónico es muy más barato y de mayor calidad. Estoy convencida que lo mismo ocurrirá con la entrada de Uber. Los taxistas se verán obligados a mejorar su servicio, con unidades dignas de este destino turístico, con choferes bien aseados y uniformados, y con tarifas competentes, pues no se pueden tolerar los precios que dan en la zona hotelera, o cualquier traslado desde el  Aeropuerto.

No se trata de quitarle el pan de la boca a nadie, ni de afectar a las miles de familias que dependen de ese empleo, pero sí urge que los taxistas se pongan al nivel, pues Cancún no puede seguir siendo rehén de nadie.

Es momento de modificar la Ley creada por un gobierno priista, aprobada por un Congreso priista para un sindicato priista, y eso lo debe entender el nuevo titular de Sintra, Jorge Portilla Manica, si es que en realidad renunció a su militancia tricolor.