Internet ha cambiado nuestra forma de ver el mundo, y muchos expertos lo consideran el principal avance tecnológico del siglo XX y la plataforma social y de encuentro del XXI.
Sin embargo, se trata de un gigante omnipresente, dado que en nuestro día a día, es el medio de comunicación, por excelencia, capaz de empequeñecer el planeta hasta extremos insospechados y que permite al ser humano acceder a una cantidad de información que causa adicción.
Hay dos aspectos fundamentales que el uso adictivo de la Internet genera:
La baja de la productividad por uso en horas laborales
La ausencia de contacto familiar y social directa.
Pasamos gran parte del día navegando en Internet o en sus plataformas. Internet es esencial en el mundo actual, nos transporta al conocimiento, pero al mismo tiempo puede alejarnos de la realidad.
En un espacio en la computadora, dispositivos móviles, televisiones, donde podemos ver y oír muchas cosas, noticias, música, conocer personas, leer, escribir, soñar, trabajar, aprender.
Tiene todo, pero es un mundo virtual, que interconecta nuestras imágenes mentales y produce lo virtual.
Virtual es un lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar, alcanzar. Un lugar en el que creamos un sin fin de cosas que nos gustaría hacer.
Creamos nuestras fantasías, transformamos al mundo en casi como quisiéramos que fuese. Nos alejamos de la realidad, de nuestro ser social tangible y lo transportamos a un ser social electrónico o virtual.
Aristóteles definió al hombre “como un ser social por naturaleza” sin embargo, en nuestro tiempo, los avances tecnológicos han influido la naturaleza del hombre.
El ser humano debe tener cuidado de no sumergirse en un ambiente completamente artificial ya que cada vez nuestras vidas giran en el mundo de esas cinco pantallas: la televisión, el celular, el cine, la computadora y los videojuegos.
Tenemos que aprender a mezclar los dos mundos: el de la Internet (lo digital) y lo real. Con esa movilidad que permiten las telecomunicaciones pero sin perder nuestra esencia social natural inherente. Y tú… ¿en que mundo vives?