Formado en la vieja escuela del sistema político mexicano, José Reyes Baeza no movió un músculo de su rostro durante todo el tiempo que duró el sainete de la Cámara de Diputados. Escuchaba, con atención, a los diputados de “oposición” al gobernador Carlos Joaquín, que se turnaban para patinar sus críticas.
Eran niños intentando jugar en ligas mayores sin fichas en la mano. Equivocando el escenario. Arañando cuestionamientos sin dar nombres, sin hacer señalamientos duros ni, esto es lo peor, apuntar alguna solidaridad con quien encontró el Estado más destruido que si hubiese pasado un huracán categoría 5.
Seguramente el director del ISSSTE, enviado presidencial, informó a su regreso al titular de Gobernación o a quien corresponda, al mismo Peña Nieto, que ni los panistas parecen dispuestos a jugársela por el gobernador.
No puede haberse llevado otra impresión después de escuchar el discurso tibio, pusilánime, de Eduardo Martínez. Y la colección de lugares comunes de la diputada panista, Mayuli Martínez Simón. No hablemos de Emiliano. Eso que no sabía que Juan Carlos Pereyra, el diputado “independiente” es cuate del gobernador.
¿Por qué resulta tan difícil que los señores favorecidos por este gobierno, basta ver sus cuentas de gastos, defiendan los logros de un año de gobierno? Faltaron las voces fuertes, las que dijeran qué orgullosos están de este gobierno, las que se comprometiesen con Carlos Joaquín.
¿Por qué tendrían que hacerlo? ¿Qué no son la oposición que lo llevo al poder, que no tuvieron que sufrir una campaña contra el poder para ganar? ¿Qué no fue un triunfo inmenso derrotar a Borge? Los diputados que hablaron, casi todos, son plurinominales. O sea, fueron en la boleta con Carlos.
Tal parece que el diputado Martínez, insuflado como está de poder, subido en su ladrillo, los instruyó para no ser “joaquinistas”.
Los otros, opositores invisibles, jugaban a ser críticos… un poquito, una puntita, para ganar puntos en su imagen personal.
Y el resultado fue lamentable. Incluso la mención repetida de la compra de los uniformes era una vacilada, una muletilla propia de uno de los personeros del sexenio anterior, como de los gemelos. Porque si hubo un delito en esa compra, tienen obligación de hacer una denuncia penal. Y si no lo hubo, no hay tema a criticar, menos en la burda manipulación del junior Villanueva.
Los señalamientos al Gabinete, a los colaboradores cercanos de Carlos Joaquín, fueron igual de torpes. Se dicen nombres señores diputados, con el valor por delante, nombres y razones, hechos. Así no vale, ni en columna política vale. Reyes Baeza debe haber documentado su asombro ante esta suma de discursos casi rayando en lo estúpido. Una oposición que apenas, de refilón, habló de “inseguridad”.
¿Quién defiende a Carlos Joaquín? ¿Quién suda la camiseta de su gobierno? No los del PAN, tampoco los del PRD.
Vende caro tu amor aventurera dice la canción… el sainete en el Congreso parecía significar el primer año de gobierno de Félix González Canto, y el diputado Eduardo Martínez está resultando un mal aprendiz de Manuel Valencia Cardín…
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