A MENOR ESCALA que en Oaxaca, pero no por ello menos preocupante por el retroceso que significan los hechos de ayer en Chetumal a la que se suponía iba a ser una transición pacífica y civilizada, lo ocurrido dentro y fuera del Congreso del estado da muestra clara del derrotero que habrán de seguir los dos bandos de aquí al 25 de septiembre en que Roberto Borge termina y entrega el changarro a Carlos Joaquín, cuando de un lado tenemos a un gobierno empeñado en ejercer el poder hasta el último segundo y, del otro, un grupo ansioso de obtenerlo para cobrar facturas y aplicar justicia.
Si alguien pensaba que la cordialidad y el respeto iban a tenderse como tersa alfombra en el camino a la entrega-recepción, según el primer diálogo –¿y acaso el último?– que sostuvieron los gobernadores electo y en funciones, lo mejor es ir erradicando la idea pues, por lo que se ve, ninguno de los grupos en pugna parece dispuesto a ceder un ápice en sus pretensiones. El encono y la confrontación, lejos de apaciguarse, se va calentando y lo que no se vio antes y durante la jornada electoral, se está materializando con los primeros choques violentos entre borgistas y joaquinistas.
Repartiendo culpas y cuidando no ponerle nombre ni apellido al niño, Joaquín y Borge se acusaron ayer mutuamente del “portazo” al Congreso y sus motivos.
El gobernador electo justificó el enojo de la gente en el presunto albazo legislativo que la mayoría priista intentaba dar para aprobar los nombramientos del nuevo auditor del estado, del fiscal que habrá de reemplazar al procurador de justicia y de dos magistrados que, junto con los demás a decir de los joaquinistas, están diseñados a modo de “blindar” a Borge en su retirada. El lunes, una turba allanó el recinto cameral interrumpiendo la sesión y ayer, cuando se reanudaba, repitieron la hazaña mientras afuera otros seguidores suyos se batían a golpes, pedradas y lacrimógeno con antimotines del estado.
En un video, Carlos Joaquín pidió a los diputados no traicionar el honor que tienen como representantes sociales ni el espíritu democrático expresado por los quintanarroenses en las urnas, nombrando a “cómplices de la corrupción” en cargos públicos. Asegurando que la sociedad ya no permitirá “que un sistema corrupto siga impune”, advirtió que ninguna iniciativa de justicia será detenida por grupos que busquen “blindar la corrupción o premiar la complicidad”.
Por supuesto que Borge, a quien aún le quedan tres hálitos mensuales y los va a aprovechar lo más que pueda, condenó lo que llamó una “manifestación de odio y violencia de grupos minoritarios radicales” que, afirmó, actúan guiados por la venganza desbordada de quienes, dijo, “sólo en el discurso dicen amar a Quintana Roo”.
Por el bien de este estado al que tanto dicen deber y sentirse comprometidos, que se hagan bien las cosas. Sin excesos ni abusos, pero tampoco sin revanchas.