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El general Kelly toma la plaza

En ausencia de Enrique Peña Nieto, quien estos días cumple tareas de representación en Europa, el secretario de seguridad nacional de Estados Unidos, el inquietante general John Kelly (del cuerpo de Marines, exjefe del Comando Sur), encabezó reuniones de trabajo con estratégicos secretarios del gabinete mexicano (ayer, en Acapulco, con los de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, y de la Marina, Vidal Soberón), sobrevoló zonas de Guerrero usualmente sembradas de amapola (acompañado de los dos jefes militares mexicanos, según diversas notas periodísticas), y cerrará su visita de inspección y ajuste al peñismo con una conferencia de prensa que dará junto a Miguel Ángel Osorio Chong, el titular de Gobernación, justamente hoy, cuando el ausente (de México) Peña Nieto tendrá un también inquietante encuentro de media hora (de la que una parte se consumirá en traducciones) con Donald Trump.
Si la política se apoya en simbolismos y rituales, y del buen cumplimiento de estas tareas depende buena parte de la percepción social respecto al ejercicio político, ha de decirse que Peña Nieto cedió la plaza a un apabullante peso pesado de la administración estadunidense, el general Kelly (a quien acompañó, por si los signos no fueran suficientes, el director general de la Agencia Central de Inteligencia, el siempre injerencista brazo operativo de las peores prácticas de ese país en el extranjero) y permitió que esas notables figuras del control internacional gringo sesionaran y se mostraran con aires de poder en el piso político mexicano de por sí tan endeble, tan ensuciado, tan endosable.
La incursión sustitutiva del general Kelly y el director de la CIA, Michael Richard Pompeo, no puede verse con amabilidad analítica. El secretario de seguridad nacional, el multicitado general Kelly, fue designado por Trump justamente por su carácter recio y con la encomienda de controlar las actividades del crimen organizado, la frontera sur mexicana y la inmigración “ilegal”. En un comunicado que emitió, luego de darse a conocer su nombramiento en el equipo de Trump, Kelly expresó que, a su juicio, el voto a favor del rubio millonario implicó, entre otros mensajes, el de “poner fin a la corrección política que durante mucho tiempo ha dictado nuestro enfoque de seguridad nacional”.
En la visión del general Kelly, la seguridad nacional de Estados Unidos está continuamente amenazada por la poca o nula capacidad del gobierno mexicano para impedir que desde aquí puedan llegar terroristas al país vecino. Peor sería el escenario si, además, esos terroristas (previsiblemente islámicos) llegaran a establecer nexos y operaciones duraderas con los grupos mexicanos del crimen organizado. Para ahogar desde su origen esa posibilidad, Estados Unidos debe asumir abiertamente a México como parte de su política de seguridad nacional, tomar el control de la maquinaria desvencijada del vecino, dar órdenes y supervisar su cumplimiento. El año pasado, ante senadores, Kelly declaró que su modelo a seguir es Colombia, donde se dio ejemplo de cómo “derrotar a terroristas y grupos criminales”, al mismo tiempo que son defendidos la democracia y los derechos humanos.
La vista de cetrería del secretario estadunidense de seguridad nacional pasa por Venezuela pero ahora se ha posado en México. A pesar del cacaraqueo de Felipe Calderón y Peña Nieto, de los centenares de miles de muertos, lesionados, secuestrados, desaparecidos y autoexiliados, y del virtual abatimiento del Estado de Derecho y la respetabilidad y funcionalidad institucional de México, ha crecido notablemente el volumen del negocio mexicano del narcotráfico. Si sólo fuera por esos resultados, las políticas de Calderón y de Peña Nieto, y ellos, desde luego, merecerían reprobación y castigo más que históricos.
El interés específico de Kelly por Guerrero se sustenta en el carácter estratégico de esta entidad en cuanto a producción de amapola y la distribución de heroína en Estados Unidos. En marzo del presente año, William Brownfield, secretario adjunto de Estados Unidos para narcóticos y asuntos de seguridad, presentó el informe anual del Departamento de Estado. Brownfield consideró que entre el 90 y el 94 por ciento de la heroína consumida en Estados Unidos proviene de México. En ese informe se señaló que México es uno de los mayores productores de “heroína, mariguana y drogas sintéticas” para consumo en Estados Unidos (https://goo.gl/t74V79 ).
Para que el general Kelly no se fuera a llevar una indeseable buena impresión de México, el mismo día de su visita a Acapulco se produjo una masacre más en cárceles mexicanas. Veintiocho muertos y tres heridos, según explicó el vocero de las operaciones conjuntas en el estado donde suele hacer declaraciones el priista Héctor Astudillo.
El vocero de las operaciones conjuntas de cuerpos de seguridad en Guerrero informó que los hechos sucedieron en el módulo de “máxima seguridad” (¡!) del Centro de “Reinserción Social” (¿?) de Las Cruces, donde “se registró una riña entre internos (…) El incidente se inicia por la pugna permanente de grupos contrarios en el interior del penal”.
¿“Pugna permanente”? Más bien, un largo y segmentado autogobierno de facciones en esa cárcel de Acapulco, como en el resto del país, que semana a semana ve aumentar las cifras de ejecuciones, “riñas” y masacres en diversos centros de “reinserción” o “rehabilitación social”. Así están las cosas, general Kelly (ah, en París, todo transcurrió de maravilla en el encuentro de Peña Nieto con Macron, y se espera que hoy las instrucciones en Hamburgo sean claras, para bien cumplirlas, ya con el gabinete adelantado y afinado en sus nuevas tareas).
Y, mientras crece la oposición a la reculada del gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, quien había prometido que no serían inundados los pueblos de Temacapulín, Acaseco y Palmarejo, a partir de un proyecto hidráulico que ahora aprueba y que significaría desaparecer bajo el agua esas localidades, “reacomodando” a los pobladores, ¡hasta el próximo lunes!

Publicado por
Redacción Quintana Roo