En concreto, como ya se descubrió en 2005, el AVPR1 es el gen que posibilita que una hormona llamada vasopresina actúe sobre las células cerebrales. Esta hormona está asociada a la creación de vínculos sociales y afectivos, lo que supone una mayor tendencia al altruismo a medida que se tiene una mayor cantidad de vasopresina.
Por ello, decidieron mirar qué pasaba con el gen AVPR1 en el grupo de los dictadores y observaron que había una correlación entre quienes tenían la longitud del gen en su versión más corta y quienes manifestaron un actitud más egoísta”…
Seguramente influyen otros factores que determinarán el egoísmo o ambición de algunos seres humanos, como el ambiente en el que crecen, la familia o personas adultas con quienes conviven durante el proceso formativo de la infancia y adolescencia, las propias experiencias, incluso hay quienes aseguran que estos factores externos incluyen en el comportamiento y actitud, como el psicólogo español Iñaqui Piñuel, autor de un libro sobre la perversión del poder (‘Mi jefe es un psicópata’, de Alienta Editorial), considera que no todo se debe reducir a los genes.
Es importante elevar el nivel de conciencia de los seres humanos en general y así darnos cuenta del gran daño que se hace al entorno con actitudes egoístas y ambiciosas que al final de cuentas ya vimos que tarde o temprano las consecuencias de nuestro actuar llegan y quitan la tranquilidad a la que todos o la mayoría aspiramos.
Aristóteles aseguraba que, “El ser humano es bueno por naturaleza, su maldad se debe a la ignorancia”, si queremos construir una mejor sociedad es necesario estimular la hormona llamada vasopresina llevando a cabo actos de bondad encontrando en el dolor ajeno la satisfacción de servir y alejando la falsa ambición de nuestras vidas.