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El despreciable

A Rafael Moreno Valle no puede acercársele nadie que no reúna las condiciones por él impuestas; incluso ha llegado a imponer la vestimenta a quienes le acompañan y reciben, nunca de traje y corbata si él lleva tales prendas, para destacarse entre los demás. Lo peor del asunto es que los convocados bajan la cerviz, vergonzosamente, y aceptan este inaudito ejercicio de prepotencia. Y, claro, a medida que transcurre el tiempo, con alcaldes cuyo mandato se prolonga para emparejarse a las elecciones federales y lacayos entusiasmados por recoger las migajas del poder, el mandatario estatal –quien obedece, de acuerdo al léxico correcto–, levanta más el cuello y la altura sin percatarse de así se hunde políticamente.

No sé si su objetivo final, como dice, sea el de ser candidato panista a la Presidencia o una especie de aliancista embaucador de un sector de la dislocada izquierda, pero es evidente de que, para él, su cargo actual, el de gobernador de Puebla, ha sido brillante oportunidad para consolidar la fortuna familiar, acaso iniciada por su abuelo también político con semejante trayectoria, y favorecer a sus cómplices con obras de relumbrón cuyos beneficiarios supuestos han optado por señalar la inutilidad de las mismas, a trueque de la multiplicación de los haberes de sus amigos y compadres. Como diría un yucateco integrante de la “casta divina”:

–Nosotros nos estorban los buenos gobernadores; preferimos mejor tener socios en el Palacio de Gobierno.

Y, claro, la sentencia crece y amplía por todo el territorio nacional. Moreno Valle es, además, quien mejor la aplica entrelazando acuerdos con los miembros de la elite presidencial, esto es contratando, sin concurso previo, a los grandes operadores con el visto bueno del centralismo y el descaro añadido entre los miembros de la aristocracia mexicana en boga. Ahora sí podemos señalar, con abundancia de pruebas, la penosa exaltación de la oligarquía por encima de cualquier interés social o igualitario.

Publicado por
Redacción Quintana Roo