Durante unas dos semanas, en el anonimato que me brindaba la oscura noche, igual que en el panteón, pude ir guardando dientes, colmillos y molares tanto de gatos para niños, perros para adultos y también muchas piezas más de valor alternativo como lo eran; conejos, mapaches y tejones, para tamaños pequeños y medianos así como para mandíbulas de gente grande también piezas extra grandes que podrían moldearse de algún lince, vaca, caballo o burro con lo que logré prontamente contar con un inventario bastante diverso y razonable que me permitiera brindar opciones a mi noble servicio siempre para bien de una saludable comunidad.
El tiempo pasó y la discreción de mi amigo policía Nicolás y la veterinaria Karina, resultaron fundamentales, sin embargo, un día llego Karina a mi consultorio iba con sus dos hijas Natasha y Tatiana ambas con serios dolores en sus muelas, las revisé y el dictamen fue que tenía a cada una que quitarle uno de sus molares. Con la confianza que nos daba el caso, pude por primera vez dar a escoger a Karina, el tipo de muela que quisiera; podían perfectamente amoldarse varias piezas, por ejemplo, para Natasha le acomodaba muy bien una muela de un perro que se llamaba Rocky y para Tatiana el molar superior izquierdo de un gato llamado Hunter que fue siempre la mascota preferida de una familia muy importante del pueblo de apellido Berrón de la Fuente.
Karina sin decirles nada a sus hijas por supuesto aceptó las incrustaciones y al poco rato salieron ellas con un diente picado menos y con una sana prótesis animal que cubriría sus necesidades alimenticias sin mayor problema por unos años.
Pasaron quizás un par de años sin mayores novedades, sin embargo, en la mayor festividad del Pueblo, en plena convivencia a nuestro querido policía Nicolás, se le salió el comentario elogiando mis labores dentales, al poco tiempo no solo la gente del pueblo sino los vecinos de otros pueblos (pacientes míos), se enteraron de mis incursiones o más bien dicho de mis incrustaciones de los distintos carnívoros incluidos también los del panteón. Cuando me enteré me quedé sumamente agobiado, sabía que mis días de atrevido odontólogo estaban contados… no dormí por varias noches, los pacientes dejaron de visitarme… me quedé solo y completamente aislado ya que no quería ni salir de casa. Al mes tocaron a mi puerta, pensé que era Nicolás que venía a que yo rindiera cuentas a la Ley y a la Iglesia, pero no fue así era Karina la veterinaria quien me platicó que había convocado a junta prácticamente todo el Pueblo y algunos visitantes de otras comarcas, ex pacientes míos. Acordaron junto con el sacerdote del pueblo y junto a la Ley que era Nicolás, que no habría ninguna represalia en mi contra, es más, dieron luz verde para que cualquier humano acaecido y enterrado en el panteón así como cualquier animal que Karina no lograra salvar, para que sus piezas fueran donadas al inventario de mi consultorio.
Continuará la próxima semana…