Ayer se celebró el Día de San Valentín o del Amor y la Amistad y esto me lleva a la triste reflexión de lo que ocurre en Cancún, una ciudad desunida, sin alma propia, en la que son contados aquellos que saludan a su vecino, que conocen a la gente de su colonia, que tienen verdaderos amigos como sí los tienen en el lugar de donde provienen.
Quizá sea la inercia con la que se mueve la gente aquí, la forma en que todos están ensimismados en sus trabajo, en sus problemas, alimentando a sus propios fantasmas.
No dudo que muchos estarán en contra de lo que aquí ahora leen, pero no por nada hace pocos años una estación radiofónica instaba a la gente precisamente a saludar a su vecino, a ser buen ciudadano, a sentirse orgullosamente cancunense.
Es por ello que buscar y encontrar una identidad propia, fincar esa enorme raíz en la que toda la sociedad local converge, debe ser máxima prioridad del gobierno municipal, abriendo la receptividad de la comunidad.
Crear un tejido social en el que todos nos solidaricemos, que realmente veamos por Cancún como la tierra que nos abrió los brazos, debe ser visto como una misión por la autoridad municipal, a través de políticas públicas que fomenten la unión de esta población.
Es dejar de rascarnos cada quien con su propia mano, persiguiendo única y exclusivamente los intereses personales o de pequeños grupos. Es hacer a un lado el sentirnos propios de la tierra que nos vio nacer, para reconocernos como cancunenses, con orgullo y sentimiento real.
Pero este proyecto de buscar la identidad debe ser en una interlocución entre dos, entre gobierno y población, con la plena participación de ésta, porque cualquier esfuerzo, si se hace de manera unilateral, lamentablemente será un fracaso.