El haber invitado a Trump resulta inconcebible.
Un ser que no se ha cansado de llenarse la garganta con agravios y amenazas, escupiéndolos a cada momento, alguien que nunca trató de hacer una renovación de sus denigrantes conceptos hacia el prójimo y muy por el contrario, resulta ser despectivo y arrogante.
Pero no hablemos más de alguien que no merece nuestra atención, enfoquémonos en la calidad humana del Ilustrísimo, quien dirige una Nación que ha sido vulnerada y entonces, comete una atrocidad más: invita a la escoria, le hace pasar a nuestra casa como si nada pasara. ¿Será que la madre del Ilustrísimo nunca le enseñó lo que es dignidad? ¡Seguramente no! Y ella tampoco la debió de haber aprendió en su seno familiar; lo que nos lleva a plantearnos: ¿Cuántos mexicanos tienen dignidad? Pregunta difícil pues encontramos miles de ejemplos de ofensas psicológicas y físicas; donde la dignidad ni siquiera se conoce y se pasa por alto. Donde el pensamiento es: “Hay que saber perdonar”, “No hay que ser tan duros” y muchos epítetos que fluyen de forma natural.
¿Qué pasa con la dignidad del mexicano? ¿Acaso podemos recibir ofensas de manera constante sin hacer nada, sin levantar la frente, tragar saliva y dar media vuelta para continuar sin más humillaciones?
Nuestra dignidad tiene que ser elevada, tenemos que replantearnos el verdadero concepto de la dignidad. No se trata de permanecer aislados y presentar una cara de dureza ante quienes nos ofenden, sencillamente es replantearse las condiciones en las relaciones y elevar los valores que como humanos nos permiten un respeto como tales.
Trump nuca debió de haber sido invitado, es indignante.