APELANDO A LA historia y advirtiendo que quienes la desconocen o la ignoran terminan cometiendo los mismos errores, Carlos Joaquín recordó en su primer mensaje de agradecimiento a los quintanarroenses, ya como gobernador electo, el legendario movimiento social indígena que los nativos mayas del sur y oriente de Yucatán emprendieron de 1847 a 1901 contra la población “blanca” –compuesta por criollos y mestizos– denominado la Guerra de Castas, que con un costo de más de 250 mil vidas perdidas tuvo por objetivo liberarse del sometimiento físico, religioso y cultural que les impusieron por más de 300 años posteriores a la Conquista.

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RECORDANDO A LOS caudillos de aquel conflicto: Jacinto Pat y Cecilio Chí, el electo gobernante encabezó frente a la sede del Poder Ejecutivo en Chetumal, que habrá de entregarle Roberto Borge el 25 de septiembre próximo, un mitin ante miles de simpatizantes a los que dedicó su triunfo en las elecciones, pues como en la Guerra de Castas, dijo, “los chetumaleños decidieron sacudirse el yugo de sus malos gobernantes y acabar, con el mismo coraje y determinación, con 12 años de impunidad y corrupción”. Pasaron de la Guerra de Castas a la Guerra de Votos, manifestó Carlos Joaquín, para dictar que es la hora del cambio y de cerrar el paso a los opresores.

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CONTRARIO A LO que suponen las críticas que ha recibido por haber sostenido un primer acercamiento con el aún mandatario Roberto Borge, Carlos Joaquín volvió a poner el dedo en el renglón en la revisión de cuentas que habrá de hacer cuando asuma el mando y prometió ser un gobernador con vocación, decencia y honestidad. Y poniendo de testigo a lo más querido que tiene –que también sufrió los crudos embates por frenar su arribo al poder–, su familia, empeñó su palabra: “Seré un gobernador que respete a sus gobernados y que tenga una conducta honorable y tolerante. Que actúe con justicia y con firmeza, para devolver la paz y la armonía al estado”.

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DE LA HISTÓRICA Guerra de Castas a la suya, la actual Guerra de Votos en la que sustenta su triunfo, sólo resta saber si Carlos Joaquín conoce el desenlace del conflicto bélico étnico-racial del siglo XIX y a partir de ahí no perder de vista y escoger con cuidado de quienes se va a rodear para cumplir su mandato y sus compromisos. Porque los libros señalan que Jacinto Pat y Cecilio Chí cayeron víctimas de traiciones, rencillas e intrigas internas en el movimiento de emancipación maya, que a final de cuentas, luego de tantos años de lucha, sangre y dolor, los indígenas lo perdieron.