Desde las montañas nevadas suizas, estos días, como es tradición suele reunirse el cónclave de los más poderosos del mundo, para intercambiar sus puntos de vista acerca del año que recién feneció y aventurar un poco cómo pintan los meses venideros.
La crema y nata del capitalismo ha dedicado el foro de este año a China en medio de un contexto enturbiado por el Brexit, el terrorismo, el nuevo papel de Rusia en la geopolítica y la rutilante ascensión de Donald Trump en la política estadounidense.
Algunos líderes y diversos empresarios de multinacionales seguirán reunidos hoy justo cuando Trump asuma el mandato de la Casa Blanca e iniciemos junto con él, un período que todo apunta abrirá nuevamente el melón del proteccionismo y la persecución contra la mano de obra extranjera so pena de contravenir todo por cuanto en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial se ha luchado por derruir y desregular.
Es muy interesante que el período entre las dos grandes guerras del siglo pasado, el proteccionismo aumentó como muralla defensiva en los países industrializados, se multiplicaron los aranceles, crecieron las fricciones por la enormidad de cuotas, portes y derechos de paso aduanero que había que pagar por el tránsito de las mercancías por la vía marítima.
Alemania, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y otros industrializados castigaron muchísimo las importaciones, vía aranceles, de productos tales como el hierro, el carbón, el acero y otros metales. Se dieron muy duro en dicha materia. Eso fue entreguerras.
Así como hay distintas formas de hacer el amor, también las hay para hacer la paz y por supuesto, la guerra. En las batallas no nada más existen las armas y las balas. También una guerra comercial tiene mucho que ver con las tácticas militares.