Una de las etapas más complicadas en la vida del ser humano es sin duda la adolescencia, en ella se experimentan actitudes que en ocasiones se convierten en acciones negativas; siempre han existido, en cualquier parte del mundo, sin importar nivel socio-económico, ni cultural.
Esta situación tiene como principal escenario la escuela, que es donde en gran parte del tiempo conviven jóvenes; siempre está a la expectativa un caso de bullyng como se le denomina en la actualidad, éste acoso físico o psicológico que permea cada vez más al sector educativo.
Esta semana que concluyó, el tema tomó relevancia en Quintana Roo ante el caso que se registró en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecyte) de Leona Vicario, delegación que pertenece al municipio de Puerto Morelos, donde el joven Jairo agredió a una de sus compañeras del salón de clases. La estudiante trató de defenderse; ambos cayeron al suelo, pero Jairo en su condición de varón propinó más golpes a la jovencita. La pelea se dio a conocer en redes sociales rápidamente, y usted muy posiblemente la vio como gran parte de los que vivimos en este país.
Los insultos no se hicieron esperar en contra del joven en las redes sociales y medios de comunicación; en este sentido se agredió verbalmente al joven Jairo por su presunta inclinación sexual hacia el mismo género, lo que no tiene nada que ver con la nefasta acción que realizó.
Más allá de que sus preferencias sexuales, el adolescente cometió un grave error al tratar de solucionar el problema que venía arrastrando con su compañera de forma violenta, cuando siempre antes de llegar a los golpes se puede dialogar o acudir a otras instancias, en este caso al docente que tenían ambos o al director del colegio; e incluso, platicarlo en casa con los padres para que tomaran cartas en el asunto, máxime cuando se trata de menores de edad.
Lamentablemente no fue ningún punto de los anteriores y los hechos ya son conocidos por todos; las consecuencias serán que el joven Jairo lo cambien de plantel, lo que significará posiblemente algunos desaguisados no solo para él sino para la familia.
Pero mi pregunta sería en este sentido, ¿cree usted que con el cambio de colegio este joven aprenderá la lección? Honestamente lo dudo.
Al alumno no se le puede expulsar y negarle acceso a otra escuela, como todo individuo de su edad tiene derecho a recibir educación como lo marca nuestra carta magna; pero tampoco podemos asegurar que el trasladarlo a otro centro educativo sea la solución, posiblemente de momento. Pero es factible que repita sus acciones, donde continúe “estudiando”.
Escuchaba a un colega que responsabilizaba a la escuela, porque no estaba el maestro al momento de la agresión, ni tampoco un prefecto para mantener el orden. Sinceramente no concuerdo con esta visión, considero que la responsabilidad proviene desde la casa, desde el hogar; la educación que se le brinda a los chavos es en casa, a la escuela van a aprender, pero en el seno familiar es donde se edifican los principios, la moral, las buenas costumbres, el respeto y la tolerancia.
Los padres de familia debemos luchar contra toda la mercadotecnia, que con programas sumamente violentos provocan que más familias vean películas y series con alto grado de violencia, con temas de narcotráfico, corrupción, pederastia, bullyng; conceptos que en muchos casos buscan emular los niños y adolescentes en su vida personal, convirtiéndolos en delincuentes, corruptos en su etapa madura y sin calidad moral el resto de sus vidas.
Es imperativo de nuestra sociedad estar más atentos de nuestros hijos. Conozco a las clásicas madres que lucen figuras espectaculares, preocupadas y ocupadas por tener una intachable cabellera, alisado perfecto, uñas en manos y pies impolutas, ropa de marca y dedicadas más del cien por ciento a su ambición profesional en el mejor de los casos, a la socialité. Mientras los hijos están abandonados , criados por la trabajadora doméstica, sin una caricia recibida a lo largo del día, resolviendo sus interrogantes de la infancia o adolescencia a través de las amistades o de la internet; que hay que decirlo de paso, es una caja de pandora que así como ha beneficiado esta tecnología, también ha perjudicado sobre todo aquellos chavos que no cuentan con supervisión de sus padres.
Ojalá el joven Jairo reciba ayuda psicológica, no solo él sino también sus padres; que se atienda este caso con la seriedad y profesionalismo que amerita el asunto, incluyendo a la víctima y cómplices de ese lamentable suceso.
¿Cuantos Jairos habrán en potencia por ahí en los colegios, tramando su próxima acción en contra de algún compañero? ¿Quién será el próximo cómplice, que en lugar de detener la agresión disfrute grabando un video para sustentar la terrible acción? ¿Cuántos de ustedes que leen esta columna se preguntan si sus hijos o hijas están en el camino correcto? ¿Si usted mismo está haciendo lo apropiado por evitar que este mundo crezca en su nivel de violencia, aunque sea desde ahí, desde su propio hogar?