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¿Cuántas muertes se necesitan?

El viernes pasado, una jovencita cruzaba el paso peatonal hacia un supermercado en la supermanzana 61, junto a su madre y hermana. Era un día como cualquier otro en la vida de la niña de apenas 16 años, vida que fue cegada de manera espeluznante por una mujer que, alcoholizada, según las notas periodísticas, no respetó el alto total, obligatorio en cualquier paso peatonal de esta ciudad, y la impactó violentamente con su vehículo, causando un dolor inimaginable a su familia.

La conductora podría alcanzar la libertad al tratarse de un delito no grave, según la ley, aún cuando intentó escapar del lugar, sobre la avenida López Portillo, y fue detenida más adelante.

El pago de una indemnización no cubrirá jamás el dolor de la familia. Eso lo sabemos todos, y más quienes han estado en una situación similar.

Para evitar situaciones como ésta, los fines de semana opera en Cancún el llamado “alcoholímetro”, iniciado en la capital del país, el lugar de origen de la conductora, quien acreditó que no es residente de esta ciudad. El programa pretende salvar vidas pero es relativamente fácil de esquivar hoy en día, con un simple vistazo al whatsapp para conocer los puntos de inspección.

Mientras tanto, la ciudad se queda prácticamente sin vigilancia, con tan poco patrullaje que tienta a los delincuentes a hacer de las suyas bajo el amparo de la oscuridad, y a algunos conductores irresponsables a volarse altos o correr a altas velocidades, poniendo en riesgo la vida de inocentes.

Testigo narraron a reporteros que el impacto fue tal, que la niña voló varios metros, deduciéndose que la mujer conducía a exceso de velocidad, sin embargo, ninguna autoridad notó su errática conducción, quizás, porque no hay quien lo note.

Y es que la autoridad tiene una fe enorme en la ciudadanía y, al parecer, no precisa vigilarla.

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Publicado por
Redacción Quintana Roo