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Cómplice mayor

El gobierno actual, no me queda la menor duda, es el mayor cómplice de quienes cuentan con nuestra degradación histórica para declarar el estado fallido. Más ahora con la apocalíptica presencia del “pato” Donald en la Casa Blanca, una caricatura digna de Walt Disney –si éste viviera, como lo hizo a través de su existencia, ponderaría su afecto hacia México.

Al alza desmedida en enero, se suma el ocho por ciento más y un reajuste diario que culminará con otro mayor, en marzo, a las gasolinas. Tal parece que el lema del gobierno, al contrario de su inocua propaganda, es “inmovilizar a México”, deteniendo todo pulso y aislándolo, cada vez más, para regocijo de los capos, esbirros y sicarios quienes se van apoderando, poco a poco, de las vías de comunicación. ¡Cuidado con los aviones!

El blindado señor peña  no sale de Los Pinos sino en helicóptero y hacia poblaciones custodiadas militarmente; y ni así puede evitar las injurias como sucedió en Cholula, donde inauguró un trenecito, ya sabe las dimensiones del repudio general: nueve de cada diez compatriotas lo rechaza. ¿Podrá cerrar los ojos, para dormir digo, en una residencia oficial rodeada de una población que lo aborrece y quisiera sacarlo de allí? Lo peor, y él lo sabe, es que ya no puede siquiera estar seguro de la soldadesca destinada a cuidarlo. Ojo con esto.

El tamaño de la insensibilidad social de esta administración es todavía mayor a la soberbia grotesca de Trump. Un golpe por dentro, otro por fuera, amarrados los nudillos y entrampados en una trinchera sin municiones ni pertrechos alimenticios. Sin nada más que el coraje, la razón y el creciente rencor, elevado a la última potencia, que tiene infinidad de orígenes. Los salvajes son siempre los agresores, invasores, ocupadores, conquistadores y bombarderos sin inteligencia ni dominio de sus propias vidas interiores.
México está siendo atenaceado y debemos salvarlo.

Una de las más serias represalias contra la soberbia de Trump y su encaje del 20 por cierto sobre las importaciones mexivcanas en Estados Unidos, sería utilizar el muro de la ignominia –pagado por ellos–, para detener el flujo contrabandista de armas que dirige el gran socio de los presidentes de México, Jaime Camil Garza, nacido en Torreón y padre del actorcito de pacotilla.

Lo he repetido tanto que las teclas se han desgastado escribiendo su repulsivo nombre. Bastaría con ello para que Trump recalara hasta el ridículo. ¿Qué espera el secretario de Hacienda para poner el dedo en la llaga? ¿Y el aprendiz de canciller? Lo decimos días antes de la efeméride de nuestra Constitución seiscientas veces parchada.

Publicado por
Redacción Quintana Roo