La autocracia zarista, el desarrollo capitalista, el hambre en el campo, la presencia de un fortalecido proletariado, y la devastación de la Primera Guerra Mundial, entre otros factores, dieron inicio hace 100 años a la Revolución Rusa, hecho histórico que marcó la historia a nivel mundial.
En consecuencia, la dinastía de los Románov desapareció y los bolcheviques conducidos por Lenin tomaron el poder, cinco años después se conformó la URSS. Se impuso entonces una combinación de propiedad estatal con un régimen de distribución controlado por la burocracia del partido comunista. Desde una postura que reivindica el método marxista y el ideal socialista, el gran logro de esta experiencia fue haber existido y colocado la alternativa de la construcción de una sociedad socialista en el orden del día de la humanidad. Obligando al capitalismo en la competencia de los sistemas, a asumir elementos de la planificación y del estado de bienestar (ladiaria.com.uy, 2017).
En el marco del centenario de esta revolución, el actual presidente de Rusia Vladimir Putin expresó su anhelo de que el pueblo ruso cuyas ideologías los separaron hace 100 años, se una y la sociedad se reconcilie con la historia soviética (Télam, 2017). Sin embargo, la revista “The economist” recientemente señaló a Putin como el zar del siglo XXI, asegurando que tanto los reformistas liberales como los tradicionalistas conservadores en Moscú lo ven de esta forma.
Si bien es cierto que actualmente Putin goza de una amplia aprobación en su país, con una calificación por encima del 80%, por haber puesto orden después del caos de la década de 1990 y colocar a Rusia nuevamente en el escenario mundial. También es cierto que ha surgido la incómoda idea de que Putin comparte algunas de las debilidades de los zares, en rasgos como el autoritarismo, la represión, el conflicto militar, la toma de control de los medios, de los gigantes del petróleo y del gas.
Con lo que ha hecho que la economía dependa aún demasiado de los recursos naturales, y el crecimiento anual del PIB es apenas del 2%, cifra inferior comparada con el 5-10% obtenida entre el 2000 y 2008 con el petróleo.
No obstante, lo anterior, la mayor amenaza hoy en día para Rusia gira en torno a la especulación sobre la sucesión de Putin al terminar su mandato constitucional. Existe el temor de que, ante el hecho de que no pueda organizar su sucesión por línea de sangre o por medio del aparato del partido, intente dos opciones: la primera, preparar a un sucesor que pueda controlar, y la segunda, es que quizás opte por aferrarse al poder.
Sin embargo, sin el mecanismo de una democracia real para legitimar a alguien nuevo, es probable que el próximo gobernante surja de una lucha de poder que podría comenzar a desgarrar a Rusia. Circunstancia alarmante en un estado con armas nucleares.