El animalismo, al parecer, va en caballo de hacienda. ¡No, por favor, porque los jamelgos se lastiman! Debiéramos ser nosotros quienes lleváramos las cargas mientras los equinos nos observan y esperan por sus alimentos sin mover un casco.
De acuerdo al artículo 40 de la nueva “constitución” para la Ciudad de México, cuya iniciativa fue presentada por el equipo “jurídico” de Miguel Mancera, en trance presidenciable con la tolerancia del PRI con miras a reducir con ello la convocatoria de la “otra” izquierda, la de Andrés Manuel, el maltrato animal estará prohibido. ¡Cuidado con los simuladores! La ciudadanía tendrá el derecho de denunciar a quien se atreva a sacar a sus mascotas con una cuerda atada al cuello que las asfixia y lastima! ¡Tampoco podrá admitirse el encierro de los animalitos en las azoteas a donde se les confina cuando los pequeños de la familia se hastían de “jugar” con ellos! Y no se diga la exhibición de cadáveres en los mercados citadinos, tan terriblemente ominosa. Comeremos verduras, y las frutas que puedan darse en una capital infectada por la lujuria de la constante deshumanización.
Este es el aporte de los ciegos, timoratos, ignorantes y vulgares. ¡Y ahora que me caigan encima las injurias! ¡Serán bien recibidas, tanto como la inquina y con la misma dimensión del desprecio que den a lugar!
Como van las cosas, se prepara el aeropuerto, en cierne, de la Ciudad de México para ser pista de los aeroplanos de juguete, de esos que sobrevuelan guiados a control remoto, rememorando infancias que se fueron, a falta de cumplimiento de tecnicismos básicos. El pretexto ya está en ruta: el INAI ordenó a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), dar a conocer los impactos que pueda causar la obra concesionada desde hace tres años y cuyo avance es prácticamente nulo.