¿DE QUÉ TAMAÑO y qué tan suculento será el pastel que se pelean los dos principales candidatos a la gubernatura? Porque de que quieran llegar al poder sólo para servir con pasión, entrega y honestidad a los quintanarroenses, ya en verdad es de dudarse. La encarnizada guerra sin cuartel que mantienen Mauricio Góngora y Carlos Joaquín no sólo los ha exhibido en su justa –o injusta– dimensión ante la opinión pública, sino que la insistencia de hacerse pedazos a como dé lugar ya despierta serias dudas en si valdrá la pena la pena votar por ellos dos, o mejor hacerlo por cualquiera de los otros candidatos “pequeños”, pero menos cuestionados. Y es que se teme que, de seguir así las cosas, podría ser éste un proceso fallido pues dada la poca pulcritud con que se ha manejado podría terminar anulado. No sería la primera vez.
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A CARLOS JOAQUÍN lo vincularon con un empresario playense acusado de andar en negocios turbios y malas compañías, aunque muchos se preguntan cómo es que éste se mantuvo operando sus exitosos negocios en la Quinta Avenida y todavía lideró, con demasiada libertad diríamos, a los pequeños hoteleros del lugar. Luego, le echaron a volar sus viajes al estilo sultán en aviones privados prestados por sus amigos, le ampliaron en fotografías sus costosos relojes, lo acusaron de promover una “campaña sexista” por una mujer que tuvo la ocurrencia de pegar los logos del PAN y el PRD en las bolsas traseras de sus jeans, le refutaron su declaración patrimonial #3de3 al sacarle propiedades presuntamente no reportadas y, de pilón, hasta lo culparon ayer por un niño atropellado en una comunidad maya de Tulum.
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EN ESTA GUERRA donde la apuesta se centra en ver quién aguanta más lodo o cuál es el que termina más desprestigiado ante los quintanarroenses, Mauricio Góngora no ha salido sólo con leves raspones. El boomerang mediático del empresario mafioso lo golpeó también con fuerza luego pegarle a Carlos Joaquín, y ni bien se reponía del impacto cuando le sacaron una presunta donación de un valioso terreno municipal en Playa del Carmen –siendo alcalde– al periódico en el que, coincidentemente, se inició el hoy conocido como “Jamilgate”. Podría decirse que estos dos punteros de las preferencias electorales ya se dieron con todo y esperarán el debate del Ieqroo para volver a elevar el nivel de sus propuestas, hoy enmarcadas por el escándalo y la confrontación, pero todo parece indicar que la “guerra sucia” apenas está agarrando su segundo aire.