Y continúan los dimes y no diretes al interior del PRI, en una discusión unilateral de unos cuantos que pretenden derrocar a la actual dirigencia con el exclusivo interés de entregar el partido a quien hoy gobierna Quintana Roo y que renunció al priismo hace apenas unos meses.
Una y otra vez, la dirigencia priista en la entidad ha llamado a la unidad, a la institucionalidad que debe permear al interior, pero aviesos intereses de “priistas” de la vieja cuña que, cabe resaltar, son pólvora mojada y buscan la caricia del mandatario del Estado, se niegan y pretenden ofrendar al partido, como una oveja al rey.
Insisten en que Raymundo King debe dejar el cargo, bajo dos argumentos sumamente debatibles, el primero es que dicen que al ser derrotado en las elecciones del año pasado, lo más saludable es que renuncie.
En este sentido habrá que aclarar que el PRI perdió las elecciones no por una mala conducción ni por una mala elección del candidato, sino por el enojo de la población hacia el gobierno de Enrique Peña Nieto en el país y de Roberto Borge en el estado, así como por la traición de gente sin convicciones como los hoy reclamantes.
El otro argumento es que el PRI en la entidad está entregado al Partido Verde Ecologista, pero ellos saben bien que este concubinato de ambas fuerzas políticas no son exclusivas de Quintana Roo y ni siquiera corresponde al priismo del estado tomar la decisión.
Se trata pues de una determinación impuesta desde la más alta esfera del priismo, y me refiero al mismo Presidente de la República, quien ordena que el PRI debe mantener su alianza con el PVEM, aunque sí se debe mencionar que para ese partido, Quintana Roo es una obsesión.
¿El Senado? Va en la misma canasta.