Desde hace varios años entendemos cada vez más que la acción y la transformación de nuestro país como de nuestro estado, deben volverse imprescindibles para ese cambio que todos buscamos al estar resultando la negligencia, la corrupción y la incompetencia de los poderes públicos la urgente democrática, social y ecológica que demanda a la ciudadanía a participar en una connivencia irrenunciable con el poder económico tanto en la política como en los organismos gubernamentales en espacios de confluencia donde el activismo social y el activismo político se unan. Es decir, con un pie en la calle y con otro en las instituciones.
“Activismo” es toda acción de una persona perteneciente a un movimiento en el que se involucra no sólo con sus ideales sino creyendo en cada uno de ellos sin permitirse que caiga a modo de utopía, en modas o costumbres como lo hacen muchos de manera protagónica con sus propias causas. Un actor nunca utiliza la coherencia como beneficio para obtener conocimientos ni tampoco aplica su frialdad como lo hace un activista, ya que al sentirse incapaz para ejecutar sus acciones durante las actividades que dice defender, se delata por carecer de experiencia al no saber hablar o debatir al momento de exponer sus ideas. Para un activista el hecho de luchar y dar a conocer sus ideales, le abre infinidad de puertas con los que logra cambios a políticas públicas en beneficio de sus representados, no así un protagonista que vuelve con un activismo simulado, un trampolín para sus interese propios en la política y en sus espacios partidistas.
A pocas semanas de conocer nombres de políticos y de las posibles alianzas partidistas, será difícil hacer un cálculo exacto del número de candidaturas ciudadanas que lograran presentarse a participar, ya que la heterogeneidad formal como requisitos no está resultando ser la norma al existir aspectos que están variando la forma jurídica, a los mismos partidos implicados como a los mecanismos y metodologías de participación y organización que se vuelven complicados para la participación ciudadana no politizada para encontrar espacios en las boletas electorales.
Con 15 años de activismo y al frente de una organización social como “redpositiva” puedo afirmar que ser Sociedad Civil en México y en Quintana Roo, resulta difícil el proseguir al no existir un hábito y una cultura en muchas organizaciones por participar en procesos de elección al no haber incentivos para hacerlo ni tampoco por el poco interés que tienen por lo público al encerrarse en lo privado y olvidando su dimensión comunitaria solo aguantando el “poder” al ser poco proactivas frente al mismo.
No olvidemos estimados lectores que todos somos válidos si creemos en lo que luchamos y podemos ser invencibles si redescubrimos nuestras virtudes.