Ya mucho se había tardado el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en hacer algo respecto a las artimañas a las que los gobernadores salientes de Veracruz, Javier Duarte; Chihuahua, César Duarte y Quintana Roo, Roberto Borge Angulo, han recurrido para salvar su “pellejo” ante una vulnerabilidad que si bien no descartaban hace algunos meses, sí aminoraban con sosiego y sobradez.
Con los bolsillos llenos de dinero y los buzones, de quejas, los mandatarios estatales han aplicado un casi idéntico modus operandi y han vuelto sus respectivos Congresos en verdaderos tableros de ajedrez para garantizar serenidad en su salida y una posterior protección contra las auditorías que –con tono amenazante- se les habían advertido (¿no que “el que nada debe, nada teme”?).
El día de ayer, la presidenta interina del tricolor a nivel nacional, Carolina Monroy del Mazo, rompió el silencio que se había mantenido por parte de su partido hacia las arbitrariedades cometidas por Borge y los Duartes, a las que calificó como legales, pero también como carentes de ética.
“Pienso que no es correcto” aseveró Monroy del Mazo, a quien también le es oportuno retomar el tema del albedrío y moralidad, ahora que ha hecho públicas sus intenciones ser la candidata priísta a la gubernatura del Estado de México.
Ello significaría también una advertencia para los otros dos gobernadores “blindados”, quienes tienen ya solamente en su partido la única pilastra que los mantiene, puesto que la mayoría de sus confidentes y amigos han desaparecido ante el pronto cambio de administración en sus respectivos estados.
“Nada ni nadie por encima de la Ley. En el partido no habremos de respaldar un solo acto, un solo dicho, un solo hecho que contravenga en Estado de Derecho”, puntualizó de forma tajante la que relevó a Manlio Fabio Beltrones al frente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI.
Queda claro que si hay tres grandes responsables de que el tricolor haya perdido la permanencia en el poder en cada una de sus respectivos estados –y además ponga en riesgo la de la silla presidencial en 2018- son los que hoy quieren escaparse (eso sí, por la “puerta grande”) habiendo utilizado su partido para servirse a manos llenas; mismo partido al que hoy le dan la espalda, en medio de una crisis de marcado desprestigio que han suscitado los malos manejos, incompetencia y corrupción.
Habría que ver si Carolina Monroy está dispuesta a tomar cartas en el asunto y pagarles con la misma moneda: el desentendimiento.