Cada año, cerca de 1 millón de mujeres contraen la infección por VIH y solo la mitad de ellas que viven con diagnóstico, tiene acceso a tratamientos que controlan su replicación y no así aquellas que llegan a desarrollar Sida que se convierten en la principal causa de muerte, sobre todo aquellas con edades comprendidas entre los 30 y los 49 años.
Pese a que la infección del VIH aún no tiene cura, los avances de la investigación la vuelven tratable al verse una disminución en la mortandad y su relación a las tasas de prevalencia e incidencia en algunos sectores claves, pues los avances en relación a los tratamientos y la atención integral en los distintos procesos de la infección, la convierten junto con la diabetes y a la hipertensión arterial en una enfermedad crónica degenerativa que les otorga mayor calidad de vida y de esperanza.
Pero no todo es positivo, los cambios en la percepción social que aún se tiene en sus distintos estadios no pueden aún superarse en referencia al mandato de género y su asociación en el imaginario social, pues las vías de transmisión y las implicaciones que presenta siguen siendo causas al estigma asociado a la infección y motivo a actos de discriminación en el ámbito de su desarrollo.
Hace unos meses la intención de haber querido aplicar en Quintana Roo una ley criminal a la exposición y transmisión del VIH, condicionaba en algún momento a la mujer a un bien intencionado deseo de protección, ya que respondía a una preocupación legítima por su rápida expansión. Por lo que haber criminalizado las prácticas sexuales no hubiera prevenido que aparecieran nuevas transmisiones ni tampoco se estarían reduciendo las vulnerabilidades de todas ellas frente al virus; al contrario, las hubiera perjudicado más si su intención hubiera sido ayudarlas ya que con el tiempo el impacto habría sido negativo a las necesidades de salud pública y en la protección a sus derechos humanos. Haber criminalizado la exposición tampoco las hubiera protegido de la violencia sexual y a posibles violaciones y embarazos no deseados, por el contrario, hubiera aumentado el riesgo a una “criminalización secundaria” cuando las y los sobrevivientes habrían podido quedar infectados con la consecuencia de ser perseguidas a una posible exposición y transmisión a sus bebés o a sus parejas.
No sé qué opine usted mi estimado lector, pero haber respondido al VIH generando temor decretando leyes punibles, el enfoque de derechos humanos no hubiera puesto énfasis en la protección de la dignidad de todas ellas ni tampoco habría creado condiciones para una toma libre e informada en relación a su salud y su vida. Considero que siempre son mejores los actos propositivos para un bienestar que una mala decisión electorera.
Pasado mañana en todas las ciudades del planeta habrá celebración en torno al Día internacional de la mujer, acto que no resolverá nada a las mujeres con VIH al ser ellas más vulnerables a los hombres ya que la violencia doméstica y los abusos sexuales aumentan el riesgo de que ellas lo contraigan ya que quienes lo están contrayendo sufren, por tener 50% más de probabilidades de infectarse.
Qué hacemos el día jueves…
Las felicitamos o exigimos campañas preventivas.