La consideración de la edad adecuada para que un personaje contienda por un cargo de elección popular ha pasado a ser un tema de alta trascendencia en la actualidad, puesto que en la mayoría de las instituciones políticas de nuestro país se han brindado –cada vez más- las oportunidades y herramientas necesarias para que figuras jóvenes puedan desarrollar sus aptitudes y buscar una curul en base a su esfuerzo y competencia (no en todos los casos, claro está).
Como en todo, existe actualmente una ambigüedad de opiniones sobre si resulta correcto y fructífero dar tanta apertura a la juventud para incursionar a las “ligas mayores”, tomando en cuenta de la madurez política y diplomacia son –entre otras- aptitudes que se van desarrollando a través de los años, fruto de la experiencia; la cual no se adquiere ni con el más alto grados de estudios o la más influyente de las amistades.
Partidos como el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Verde de México (Pvem) y Partido Acción Nacional (PAN) han apostado a políticos jóvenes para contender y asumir un cargo público, teniendo dispares resultados cuando estos toman el poder y demuestran de qué madera están hechos.
Los resultados han sido tanto favorables como desastrosos.
El poder es comparado con la fama y el dinero por sus grandes y múltiples beneficios, pero también por lo destructivo y obsesivo que resulta para el que alguna vez lo probó. Y es por ello que dicen que éste debe llegar poco a poco y no de golpe, ya que un individuo puede resultar turbado por algo que no estaba preparado a tener.
Omitiré nombres, pero claros son los casos de jóvenes políticos que han perdido la cabeza cuando asumen una gubernatura, alcaldía, diputación (federal o local) y hasta una regiduría.
Es ahí cuando entra la llamada madurez política. Y en esta madurez política no hay cabida para los excesos, la soberbia, la indiferencia, ni el excesivo e irreverente autoritarismo que no sólo oprime al pueblo, sino también a sus subordinados. Al político maduro no le sobrepasa el ego; suele no ser tan enérgico e imperioso, pero lo respalda su conocimiento, temple y “colmillo”.
Soy de los que cree que la inyección de nuevas ideas y dinamismo que aporta la juventud puede ser muy provechoso para nuestro país, pero cada candidatura o puesto dentro de una administración deben ser solventados con esfuerzo, mesura, humanismo y mucha disciplina, sin perder de vista que se está trabajando para la ciudadanía y no para satisfacer intereses personales.