ONU.- Útiles para el turismo, la pesca, la alimentación, la recreación y hasta la contemplación estética, los corales aportan a los humanos una gran variedad de servicios. Entre ellos está también servir de protección natural ante el oleaje, tormentas y huracanes.
Sin embargo, su población se está reduciendo drásticamente, tanto por las actividades de las personas como por el cambio climático y la contaminación. Una de las zonas más afectadas es el Caribe. Ya han desaparecido la mitad de los corales respecto a la década de los 80 y se espera que esta pérdida siga en el futuro si no se toman medidas urgentes.
Para contribuir a la solución de este problema, ONU Ambiente desarrolla con el Gobierno de Granada un proyecto para replantar corales en dos zonas piloto, Grand Anse y Carriacou, dos áreas muy vulnerables y en las que hasta ahora no se había intervenido. En mayo de 2015 se instalaron dos viveros de coral en Quarantine Point y Mabouya.
Allí han crecido fragmentos de coral que a mediados de este año se empezaron a trasplantar a las áreas piloto. Se prevé que antes de acabar 2016 se habrán llevado hasta los arrecifes de Grand Anse y Carriacou unos 2.000 fragmentos. Esta iniciativa es la primera de este tipo que se pone en marcha en Granada y en la Organización de Estados del Caribe Oriental.
La decisión de llevar a cabo este proyecto vino después de que en 2014 una consulta nacional con las partes interesadas en el tema concluyese que la restauración de corales era la mejor estrategia de adaptación basada en ecosistemas para la isla.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, los ecosistemas coralinos son, junto con los polares, muy vulnerables al cambio climático. Éste provoca un aumento de la temperatura de la superficie de los océanos, así como la acidificación de los mismos.
El incremento prolongado de la temperatura provoca el blanqueo de los corales porque rompe la relación simbiótica entre los corales y los protozoos que le dan su coloración. Bajo una situación de estrés como el calentamiento del agua, el coral expulsa a los protozoos, pierde su color, se debilita y, en muchas ocasiones, muere.
La acidificación, o el incremento de los niveles de CO2, implica un descenso del pH del agua del mar que reduce la abundancia de fitoplancton y la calcificación en ciertos animales marinos, como corales, moluscos y crustáceos, lo que provoca que sus esqueletos se vuelvan más débiles y dificulta su crecimiento.
El cambio climático se suma a las perturbaciones directas e indirectas provocadas por la acción humana, como la pesca excesiva y las prácticas pesqueras inapropiadas, el desarrollo costero, la sedimentación, la contaminación procedente de fuentes terrestres y la contaminación marina.
Restaurar los arrecifes de coral es necesario para proteger los ecosistemas e infraestructuras costeros, preservar la biodiversidad, hacer frente al cambio climático y asegurar el sustento de muchas comunidades. También son indispensables para reducir el riesgo de desastres.
Según el informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-6): Evaluación regional de América Latina y el Caribe, más de 8.4 millones de personas viven en la ruta de huracanes en la región, y aproximadamente 29 millones viven en zonas costeras de baja elevación haciéndolos vulnerables a un aumento del nivel del mar, mareas e inundaciones costeras. Si se debilitan los corales, se pierde una barrera natural de defensa ante fenómenos meteorológicos adversos.