CIUDAD DE MÉXICO.
“Me subí a la micro y todos los días es una historia distinta… pero esta me duele”, así comenzó la publicación que se viralizó en redes por la que ahora conocemos la realidad de Mario Núñez, un chofer de transporte público, y de Fresia, su esposa, quien padece de Alzheimer.
Todos los días Mario, de 71 años, se levanta a las 05:30 de la mañana para manejar un colectivo en la ciudad de Coquimbo, Chile, pero a la misma hora tiene que despertar a Fresia, pues nadie más puede cuidarla, ni en casa, ni en ninguna otra parte.
Después de tantos años de trabajo, lo lógico sería que no laborara más, pero la pensión por su jubilación no le alcanza para costear los medicamentos para tratar el Alzheimer que padece su esposa y que prácticamente la mantiene desconectada de la realidad.
“Haga frío o calor, o como sea que esté el clima, tengo que levantarla. A mí me da pena hacerlo, porque la veo durmiendo y no quisiera. Le pongo su ropa, le lavo los dientes, tengo que llevarla al baño, limpiarla cuando hace sus necesidades porque ella no es autónoma para hacerse sus cosas”, contó a un diario chileno.
Durante diez horas, Fresia acompaña a Mario como si fuera una otro pasajero más, pero la rutina es dura para ambos y para colmo, cuando ha pedido ayuda a fundaciones, se le ha ignorado.
“Se me ha caído del micro, a veces va durmiendo o le da frío, tiene ganas de ir al baño y debe hacer en un tarro, yo tengo que agotar todos los medios para cumplir con mi obligación de pareja, he golpeado muchas puertas pidiendo ayuda, pero no he recibido ninguna respuesta”, dijo Núñez.
Mario mencionó que ninguna situación le duele más que escuchar las burlas hacia a su esposa.
“A mi edad no puedo enfrentarme a una persona joven, entonces estar peleando sería un problema más. Más vale hacerse el sordo”.
Lo único bueno de todo esto, es que, tras la viralización de la historia, una fundación le ofreció un hogar para que pueda ser atendida.