FILIPINAS.- En los estanques de Minalin los peces son los primeros en sentir cuando algo no va bien. Tanto, que la subida de las temperaturas, asociada al cambio climático, la están pagando con su propia vida. Con el calor extremo, menos oxígeno se disuelve en el agua y mayor es la posibilidad de que se mueran. Por eso los 800 filipinos que dependen de la acuicultura en esa zona al norte de Manila necesitan conocer la última hora meteorológica para evitar la tragedia.
En el municipio muestran orgullosos la nueva antena con la que les llega la información cada día. Al Dimaquibo es un joven técnico que ha aprendido a interpretarla y ahora la transmite a los usuarios por internet.
Con los datos en la mano, los acuicultores pueden remover el agua estancada para oxigenarla, ajustar el nivel de piensos para los peces o colocar redes para que no se escapen cuando hay inundaciones. Son algunas de las alternativas que tienen para adaptarse a los efectos del cambio climático, que hace que los fenómenos extremos sean cada vez más intensos e imprevisibles.
Los agricultores no tienen tiempo ni de relajarse. Norberto Silvestre y Merlita López apenas acaban de recuperarse de los tifones Koppu y Melor, que arrasaron sus arrozales en 2015, y ya tienen que pensar en los que llegarán.
Para Annie Doria, una agricultora de hortalizas de la isla de Luzón, las demandas no se acaban ahí. En su pueblo de Talavera, donde el arroz se seca sobre la misma carretera por la que pasan los coches a falta de un remedio mejor, reclama invernaderos, almacenes y otras instalaciones con las que proteger los cultivos, que tantas veces ha visto echar a perder.(De la Redacción / QUINTANA ROO HOY)