Si al poco tiempo de comer te vuelve a dar hambre, sientes la necesidad o el antojo de probar algo, definitivamente hay algunos hábitos que debes cambiar. ¡Te decimos cuáles son!
Vives en el estrés
Al estar tensa, aumentarás la producción de adrenalina y cortisol que hacen que tu sistema piense que necesitas más energía y provocan que aumente tu apetito. ¡Intenta relajarte!
Te saltas comidas
Entre más horas pases sin comer, tu sistema gastrointestinal esperará recibir una mayor cantidad de comida, por lo que te dará hambre a cada rato. Además, tendrás menos energía durante el día y te sentirás más cansada. De preferencia, evita que pasen más de 5 horas entre cada una de tus comidas.
No te mides con los drinks
El alcohol te deshidrata y abre tu apetito, incluso cuando no tienes hambre. Las personas que abusan del alcohol tienen mayor tendencia a consumir alimentos altos en calorías ¡y también a subir de peso!
Te faltan proteínas
Cuando necesitas más contenido proteico, tu organismo provoca que te dé más hambre de lo normal y espera que de este modo le des los nutrientes que le hacen falta. Pero si te no le das justo lo que necesita, al poco tiempo, volverá a pedirte que lo alimentes.
No duermes bien
Cada vez que te desvelas, reduces tus niveles de leptina, hormona que produce la sensación de saciedad. Por lo que, si duermes menos de 8 horas al día, te dará hambre más de lo que acostumbras. Además, aumentará tu deseo de consumir azúcar y alimentos que te aporten mayor energía.
Abusas de la comida rápida
Este tipo de alimentos suelen quitarte el hambre de manera rápida pero poco efectiva, pues no te aportan nutrientes ni energía y son culpables de que quieras poco después de haberlos probado. Además, a tu organismo le cuesta más trabajo digerirlos y, por eso, experimentas una sensación de pesadez y cansancio después de probarlos.
Llevas una vida sedentaria
Las personas que no hacen ejercicio y que pasan muchas horas de su día sentadas, no solo queman menos calorías, ¡también comen más! ¿La razón? Su metabolismo se vuelve más lento y necesitarás comer más seguido para funcionar adecuadamente.
No tomas agua
Cuando estás deshidratada, tu cuerpo puede engañarte y hacerte pensar que necesitas comer cuando, en realidad, lo que debes hacer es hidratarte. La próxima vez que te de hambre, bebe un poco de agua y checa si tu antojo empieza a disminuir.