A medida que crecen, nuestros hijos tienen más argumentos a la hora de discutir, intentan negociar, imponer sus ideas o ganar esas pequeñas batallas del día a día. Sin embargo, no puedes ni debes aceptar las malas contestaciones de tus hijos, para todo hay un límite.

Consejos

No responder con malas contestaciones.

Ponerte a su nivel y utilizar los malos modos solo creará un bucle y una tensión que irá en aumento. Se trata de educarles de forma coherente y, con el ejemplo.

Ser tajante.

No dar malas contestaciones no significa que las tienes que permitir en tus hijos. Sin gritar, sin insultar y sin violencia verbal, debes ser firme y claro, no permitas que te hablen de esa manera y, mientras lo hagan, no mantengas una conversación con ellos.

No critiques el ser, critica el estar.

Significa que, en un momento de conflicto evites el “eres un contestón”, “eres malo”, “eres un desastre”, en lugar de ponerle etiquetas que, acabará asumiendo con el paso del tiempo, debemos cuestionar lo que hizo, ese momento en que se equivocó.

No reírse de la gracia del niño.

Cuando las malas contestaciones se dan en niños muy pequeños, a veces te hace gracia y ríes cuando se ponen respondones, sin embargo, desde las primeras manifestaciones, debes hacerle saber que no es forma de hablar y que solo le harás caso cuando hable correctamente.

No permitir el insulto.

Es preferible poner pocas normas pero muy claras y una de ellas puede de ser: “no se pega y no se insulta”. Cuando estén tranquilos les explicas la importancia de la tolerancia y el respeto en el trato a los demás y, que se puede defender una idea o un criterio, sin necesidad de dar malas contestaciones o insultar.

Consecuencia ante las malas contestaciones.

Si los niños llegan a insultarte o dar una contestación hiriente y dolorosa, mándalos un tiempo fuera, en lugar de ponerte a gritar y discutir. Apártalos de la situación sin implicarte en la batalla para que se dé cuenta que ha herido tus sentimientos y que no quieres estar con él si se comporta así.