La diabetes es una enfermedad que hace un par de décadas era un padecimiento que le ocurría solamente a nuestras abuelitas y abuelitos; recuerdo la noticia de mi bisabuela enfermita y de cómo perdió la vista, recuerdo amigos sufriendo la pérdida de un ser querido de la tercera edad. ¿Pero qué vemos ahora? Personas de 30 años sufriendo de diabetes y recibiendo medicación para tratarla. Se está volviendo normal encontrar personas con el azúcar por arriba de lo normal y cada vez es más común en edad temprana.
Pero antes de seguir vamos a tratar de resumir la diabetes en un párrafo para que podamos todos entenderla.
Los carbohidratos de cualquier tipo llegan a nuestra sangre en forma de glucosa, la glucosa no puede ser absorbida por las células de nuestro cuerpo sin tener la “llave” para entrar, la hormona Insulina.
Hay dos razones por las que la “llave” no cumple con su labor, en la primera, el cuerpo no produce esta llave porque las células del páncreas que las producen están dañadas por una reacción autoinmune.
A la otra, se le conoce como resistencia a la insulina, y se refiere al hecho de que esta hormona-llave, no tiene la capacidad de “abrir” la célula puesto que esta se ha vuelto “resistente” a su acción.
La primera es incurable y es generalmente una enfermedad congénita. La segunda, la más común en la actualidad, puede ser tratada con intervenciones en nuestro estilo de vida y es de la que hablaremos.
Si llevamos una vida donde el consumo de carbohidratos (harinas, azúcar, refrescos, etcétera) es demasiado alto, y nuestra actividad es reducida, llega un momento en que la célula dice: «¡Ya basta, no quiero más!” y se encierra en ella misma, se hace resistente a los efectos de la insulina.
Aquí es donde una de las intervenciones más sencillas para prevenir esta condición o mejorarla es la actividad física por dos razones: al haber más necesidad de energía, la célula no se resiste a recibirla, pues la requiere; y la segunda, las células del músculo tienen dentro de ellas otra “llave”, la hormona Glut-4, hormona que se comporta como la insulina, pero que brota del centro de la misma célula y “abre la puerta” a la glucosa. Esta hormona tan linda, se activa cuando la demanda de energía es alta y la contracción del músculo es repetida por el ejercicio físico.
Resumiendo, ¿quieres evitar la resistencia a la insulina y la diabetes? La actividad física es la forma más sencilla y natural de mejorar esta condición ¡Así que ve al gimnasio, sal a correr, a bailar, lo que más te agrade y vence esta terrible enfermedad de la modernidad!