Por: M.V.Z. Olaf Navarrete Las disputas de jerarquía que se establecen entre dos perros machos son las más comunes pero también las menos peligrosas.
La situación suele resolverse de manera natural al quedar demostrada la supremacía de un perro sobre otro sin que se produzca un ataque grave, ya que los perros machos, por lo general, inhiben su mordedura.
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Sin embargo no sucede lo mismo en el caso de que la pelea se produzca entre dos hembras, y el hecho de que éstas no inhiban su mordedura hace que este tipo de peleas de perros sean las más peligrosas.
Pese a que este tipo de enfrentamientos se produce muy raramente, es necesario tener en cuenta que, cuando hay peleas de perras, lo hacen a muerte.
Las peleas de jerarquía entre un macho y una hembra son también poco habituales pero, en caso de producirse, suponen un grave peligro para el macho.
Pese a que el perro pueda efectuar maniobras de defensa ante los ataques de la hembra, éste nunca llegará a infringirle un daño real incluso a expensas de su propia vida.
Si el conflicto se produce entre un adulto y un cachorro, no resultará peligroso siempre que quede bien patente la superioridad física del primero.
De todas formas es necesario tener en cuenta que un cachorro de ocho meses ya es considerado, a ojos de los demás perros, como un adulto, por lo que en caso de pelea no se verá protegido por su corta edad.
Una excepción general a todas estas consideraciones se da en el caso de que uno de los perros implicados en una pelea de perros sea uno de los considerados “razas de pelea” como bull terriers, mastiffs, dogos argentinos, etcétera.
En este caso, independientemente del sexo de los contendientes, el grado de peligrosidad de la pelea será similar al de un enfrentamiento entre hembras, ya que estas razas no inhiben su mordida y su instinto hace que peleen de forma seria en cualquier situación de amenaza.