Centro, Tabasco.- Como ha sucedido antes en la historia de la ciencia, siempre hay un poco de temor frente a los progresos tecnológicos de parte de algunos de los que profesamos fe en un Dios creador. Algunas personas piensan que tendremos que enfrentarnos en una guerra cibernética contra las propias máquinas que hemos creado, y que así vendrá nuestro fin. ¡Es un temor real!
Sea como sea, no podemos garantizar si algo así ocurrirá a día de hoy. Lo que sí podemos garantizar es que tenemos un Dios que está por encima de todas las cosas. Tenemos un Señor soberano a quien todo pertenece, y nada pasa de su mirada vigilante. Por ende, no hay motivo para temer una guerra robótica más de lo que podríamos temer una peste mundial.
LA VERDADERA CIENCIA NUNCA DEBERÍA ASUSTARNOS
No hace falta más que echar un vistazo al pasado (a la historia de Galileo, por ejemplo) para descubrir que la ciencia no ha descubierto —ni lo hará— ninguna verdad que contradiga las Escrituras. La historia lo demuestra una y otra vez, la verdadera ciencia nunca debe asustarnos; por el contrario: la buena ciencia afirma más nuestras convicciones.
LO QUE SÍ DEBEMOS TEMER
Si algo debemos “temer” acerca de este tema, no es a los avances científicos de la inteligencia artificial, sino a la falsa ilusión de autosuficiencia que la tecnología puede ofrecernos. En la medida que los adelantos tecnológicos avanzan, una filosofía crece en la sociedad no alcanzada por el evangelio: pensar que el hombre es el dios de este universo, que somos autosuficientes, que no dependemos de alguien más grande que nosotros mismos. Por alguna razón, llegamos a deducir que encontrar algunas respuestas hoy significa que un día tendremos todas las respuestas a todas las preguntas. Nos inflamos por dentro a tal punto de llegar a “ser sabios en nuestra propia opinión”.
Y con esto podemos ver que Dios no se equivoca: los humanos nos hacemos necios al profesar ser sabios. No es la inteligencia artificial lo que es verdaderamente peligroso, sino nuestro deseo de autosuficiencia.