CIUDAD DE MÉXICO.- Hoy se cumplen 10 años de la llegada del servicio de Spotify a España y a otros países europeos, y ante una ocasión así no hemos queríamos dejar pasar la oportunidad de lo que ha compañía sueca ha supuesto en la historia reciente de la industria musical.
Tan sólo cinco años antes de producirse la disrupción con el streaming, Apple dio el paso definitivo para debilitar para siempre la venta física, que ya estaba sufriendo con la aparición de la piratería masiva.
Hemos vivido muchos cambios en muy pocos años pero, sin duda, el hecho de poder llevar por 10€ al mes, o incluso menos, “toda la música” en el smartphone es algo que, 10 años después, sigue pareciendo venido del futuro.
Algo que pone más cultura que nunca en nuestros oídos, no sólo por lo que elegimos escuchar, sino por el descubrimiento que desde hace unos años Spotify posibilita, ya sea por recomendaciones algorítmicas, por listas hechas por personas, o por lo que vemos de nuestros amigos en el apartado social. De él, por cierto, deberían aprender otros servicios, tanto de música, como de vídeo.
Veamos el contexto que influyó a Spotify allá por 2006, cuando se creó como empresa, y el camino que siguió hasta el éxito y a ser el actor más influyente.
Aunque celebramos el décimo aniversario de Spotify, realmente hace diez años del nacimiento del servicio y de la aplicación, pero como hecho dicho, la compañía nació dos años antes, en 2006, y lo que ocurrió en esos dos años es de lo más desconocido pero también interesante de la historia.
A diferencia de los servicios anteriores, controlados si no en su totalidad, casi en su totalidad por las discográficas, Spotify se conformó como un servicio de propuesta independiente pero, ante lo que se piensa, fue muy favorecido por los sellos discográficos grandes. Sin ellos, ni siquiera habría habido negociación posible. Según las cifras de registro, en diciembre de 2008, Sony BMG, Warner, EMI, Universal y la indie Merlin pudieron acceder a 352.176 acciones de la compañía sueca por 8.804,40€.
Es decir, del total de 1.956.531 de acciones de Spotify de la época, las discográficas grandes accedieron al 18% de acciones, siendo Sony BMG el sello mayoritario con un 6% de las acciones, seguido de cerca por Universal, con un 5%. Recientemente, con la salida a Bolsa, todas las grandes han vendido la mayoría de sus acciones.
No hay datos públicos sobre cómo discurrieron las negociaciones previas, pero es más o menos claro que no tuvo que ser fácil y que Spotify sacrificó control por acuerdos con las discográficas. Esto, a la postre, es lo que generó que los royalties fueran tan altos y favorables a los sellos. La situación era casi un win-win para la industria, que se posicionaba bien de cara a un cambio de modelo que, ahora sí, sabían que iba a llegar y que podía a la larga incluso más rentable que la venta de canciones online.
Comenzar a usar Spotify cuando estuvo disponible en España fue algo realmente mágico. El servicio era claramente deficiente en muchos sentidos respecto a lo que es en la actualidad pero, para lo cabía esperar de algo gratuito como rival de la muy madura iTunes Music Store, la sensación era de estar ante un suceso muy importante. Similar a cuando YouTube comenzó a ser relevante y siempre encontrabas el vídeo que querías, ese por el que años antes habrías perdido horas buscando para su descarga, si es que existía en la red.
Sin embargo, pese a que discográficas como Universal, Sony BMG, Emi y Warner apoyaron a la plataforma tras duras negociaciones, durante años hubo muchas grandes bandas y artistas ausentes, lo que mermaba un poco la ilusión de “tener toda la música”, al igual que Netflix no tiene ni mucho menos todo lo que quieres ver. Algunos ejemplos de discografías señaladas por no estar en la plataforma fueron:
Polémicos respecto a la plataforma han sido siempre artistas como Taylor Swift o Thom Yorke. La artista ha sido uno de los personajes más críticos con el streaming, afirmando que la música no debería ser gratis. Tras tres años fuera de la plataforma, volvió en junio de 2017 con toda su discografía. El cantante de Radiohead, banda que desde el lanzamiento de “In Rainbows” en 2007 ya quiso demostrar que otro modelo era posible en la venta y distribución de álbumes, afirmó en 2013 que la empresa sueca era “el último pedo desesperado de un cádaver muriéndose”. Aun así, a día de hoy se pueden escucharse todos los discos de su banda y sus canciones en solitario, incluido un estreno de octubre, “Suspirium”.
Los comienzos de Spotify no fueron nada fáciles, y desde el gigante del streaming querían, como ahora, mejorar la monetización a toda cosa. Para ello, sin renunciar al modelo que estaba revolucionando la música en Internet, comenzaron a ofrecer venta de canciones sueltas. Primero lo hicieron a través de la web de un competidor de las tienda de iTunes, 7 Digital, para más tarde integrarlo la compra indirecta en la aplicación. En mayo de 2011 la situación cambió y Spotify lanzó su propia tienda junto a sincronización de música para el iPod, que aún era muy relevante.
La venta digital de canciones sueltas y álbumes no le iba nada mal a Apple, pero como ocurre en otros mercados, era Apple, y Spotify aún no había llegado a Estados Unidos. Tras arribar al mercado estadounidense, la compañía nunca llegó a vender canciones allí, y sólo dos años después de haber intentado competir con Apple, dejó de ofrecer la venta de canciones globalmente.
Spotify había creado un monstruo demasiado grande y poco rentable con el streaming gratuito(algo que llega a nuestros días), y pronto se vio que para gran parte del público la propiedad de la música ya no era relevante, importando más la ubicuidad de esta. Apple seguía ingresando a gran ritmo con la iTunes Store, pero una vez abierto el melón de la “gratuidad” a un público acostumbrado a ella no cabía pedirle otra cosa más allá de una suscripción premium para eliminar anuncios.
El Walkman, el Discman, el iPod o el reproductor de MP3 genérico nos permitieron y permiten disfrutar de la música en cualquier lugar y momento. Sin embargo, en 2008-2009 ya no era tanto la cuestión de dónde, sino la de qué. Todos los formatos, con sus ventajas y desventajas, limitaban físicamente la música a escuchar. Incluso contando con un iPod de 160 GB cargado de toda la música, un amigo nos podría pedir una canción, o simplemente recomendar un disco que había escuchado recientemente. En cualquier caso, escucharlo en el momento, incluso queriendo pagar, sería imposible, salvo usando la iTunes Store o similares en un iPhone.
Spotify para iOS y Android cambió eso para siempre en septiembre de 2009. Manteniendo el precio de la suscripción mensual de escritorio en 10€, ahora “toda” la música nos acompañaba siempre, sin tener que adquirirla, descargarla o copiarla desde el ordenador, que antes era un proceso normal, pero que con buenas redes Wi-Fi comenzaba a ser tedioso. El hecho de que existiera la posibilidad de descargar las listas de reproducción para escuchar offline fue un punto muy importante, pues las tarifas de datos dejaban bastante que desear, y la calidad era similar a la actual, por lo tanto, lo mismo con el consumo.
Los cambios que el smartphone moderno había introducido por fin se alineaban con el nuevo modelo de consumo musical. Spotify casi nunca le ha tenido miedo al progreso, sabiendo, eso sí, que casi todos los cambios hacia adelante generarían un crecimiento de suscriptores, y por tanto, de ingresos. Tras contar con un servicio cada vez más maduro y asentado, comenzó el momento de dar más al usuario, sobre todo en descubrimiento pero también en otro tipo de funciones.
En ese sentido, cuatro años después de llegar al móvil de manera limitada a las cuentas premium, la compañía abrió la posibilidad de acceder al catálogo con cuentas gratuitas. La limitación en smartphones estaba en el hecho de sólo poder escuchar en modo aleatorio. En abril de este año se anunció que se relajaría la medida y ahora se podría escuchar tantas veces y en el orden en que se quisiera las canciones contenidas en listas de reproducción generadas por el sistema en base a los gustos de cada usuario.