Así es, público querido de mi corazón, han pasado casi quince años desde que hicimos el primer Tenorio cómico, que se llamó Tenorio Cómico, nueva generación y lo arrancamos Los Mascabrothers, Julio Alegría y yo, capitaneados por Alejandro Gou.
Pero la diversión y el aprendizaje después de trabajar con los más grandes no solo es arriba del escenario, sino abajo también.
Jamás, público querido, hubiese imaginado que iba a tener clases particulares al camerino, y las tengo todos los fines de semana; de verdad aún no doy crédito de lo afortunado que soy al recibir esas maestrías en mi camerino.
Imaginen ustedes que de repente entra Albertano acompañado del Macaco y me lo presenta como su prima Ruth; el Macaco, enfundado en una falda tableada de las bailarinas y hasta boina, se avientan una rutina completa de comedia donde acaban hasta simulando una pelea a bofetadas, gloriosa.
Al rato aparecen Freddy y Germán, disfrazados de Frankenstein e Igor y me cuentan alguna anécdota con el timing y la gracia perfecta que manejan; se burlan un poco de ellos mismos (primera cualidad que debe poseer un comediante) y se van.
Después tocó a mi puerta don Manuel Loco Valdés. Imaginen ustedes el honor. Se sentó en mi camerino con su uniforme del América y me empezó a contar anécdotas con ese buen humor, inteligencia y optimismo que lo caracterizan. Imaginen ustedes lo que costaría esa clase. Uno de los más grandes en la historia de la comedia y está sentado en mi camerino, dándome esta cátedra a mí solo. De verdad es muy emocionante: me platicó de su familia, de sus hijos, de su carrera, anécdotas fantásticas en Televisa.
Al rato el turno fue de La Chupitos, quien llegó a presentarme a su nieta: tiene 7 meses y está hermosísima la princesa. Nadie creería que La Chupitos ya es abuela cuando apenas acaba de rebasar los 40 años.
Díganme ustedes quién ha tenido ese desfile de estrellas de la comedia en su camerino. Gracias compañeros por esta maestría en comedia, gracias por esta cátedra a domicilio, gracias por juntos sobarnos el lomo, lo único malo es que sí se acabaron mi pomo. He dicho.