Siempre tengo en mente, público querido, cómo arrancar cada Desde el Averno, que gustoso escribo para ustedes, pero esta vez no sé por dónde empezar por primera vez en 626 columnas que ya llevo escritas para todos ustedes.
No sé si empezar por agradecer con todo mi corazón a Adal y a Karlita el habernos invitado a una de las bodas más bonitas y divertidas que he ido en mi vida y llevar a mi hija Michaela de pajecito, o empezar narrando la odisea fantástica que fue esta unión, o el banquete, o los invitados, o cómo me la pasé yo.
Así que, como me vaya viniendo a esta perversa mente, se los iré narrando. Mi Karlita tenía verdaderamente resuelto absolutamente todo, desde el hotel que nos recomendó, que era el Grand Fiesta Americana Puebla, donde la verdad nos trataron como reyes. Todo fue previsto, por ejemplo, cómo quería que fueran vestidas las niñas que serían pajecitos, entre las que se incluían mi ahijada Rafaella, hija de mi comadre y hermana Raquel Bigorra, y mi Michaela. Con todo el tiempo y la exactitud, para que fuesen vestidas igualitas, todo lo organizó mi Karlita con una exactitud de relojero suizo.
Llegamos a Puebla, al hotel, y lo primero que me encuentro en el lobby, perfectamente arreglado y hecho un galanazo, fue precisamente al novio, sí, a mi Adalito, que ya se iba a la sesión de fotos familiares. Nos abrazamos, le deseé lo mejor y ¿qué creen? Que se me pone a llorar mi Adal en ese momento. La emoción y el estrés de los preparativos, acompañados de un sube y baja de emociones; sus hijos ahí presentes, todo este tiempo, el empezar una vida en común, todas esas cosas que pasan por la mente de uno cuando se va a casar, y más por segunda vez (se los digo por experiencia) así que hay que sacar todo eso y mi Adalito lo sacó.
Nos cambiamos en chinga porque ya íbamos tarde y nos fuimos rumbo a Africam Safari, donde fue la boda. La gente, feliz; los novios, más. Nadie se quería ir, por lo bien que lo estábamos pasando. Al día siguiente mi Adal y Karlita salieron rumbo a su luna de miel, que por cierto era sorpresa para Karla, así que la llevó con los ojos cerrados hasta el aeropuerto y él se encargó de documentar y todo, poniéndole audífonos y antifaz a Karla, para que no se enterara el destino de la luna de miel y fuera sorpresa.
Así que mi Karlita despertará del otro lado del mundo, pues se la llevara mi Adal por todo Asia, Vietnam, Singapur, China, Japón, entre otros, así que ya les contaré cómo les fue. ¡Gracias, mi Adalito! ¡gracias mi Karlita! Y ¡Que vivan los novios! He dicho.