No solo es el ojo morado, el golpe o el feminicidio: cada día, las mujeres enfrentan violencias mucho más silenciosas que se esconden en situaciones supuestamente “normales”. Y sí, las tienen que vivir por el simple hecho de ser eso, mujeres. ¿Te has reído de un chiste sexista? Pues no solo fuiste testigo de una violencia denominada simbólica, sino que además participaste de ella. ¿Por qué?
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Según ONU Mujeres, la violencia simbólica se nutre de “todas aquellas prácticas que no parecen explícitamente violentas, pero que naturalizan y perpetúan la desigualdad entre hombres y mujeres”. El humor sexista es justamente un ejemplo de estas acciones, porque forma “parte de un ‘continuo de violencia’ que permite que sucedan otras prácticas tan extremas como la violación o el feminicidio”, explica la entidad. De hecho, sostiene que normalizar la violencia con el humor no solo valida situaciones graves como una violación, sino que además “provoca que el nivel de tolerancia frente a otros tipos de violencia sea mucho más alto”.
Lo mismo sucede cuando, continúa la organización, un medio de comunicación publica noticias en la que “justifican a agresores y culpan a las víctimas”, a través de la mención sobre la vestimenta, por ejemplo, que llevaba la víctima. En esta categoría también entra la “hipersexualización” del cuerpo de las mujeres en la publicidad y el lenguaje sexista.
Maltrato de pareja: la agresión no es lo único
El 35% de las mujeres ha sido víctima de violencia física y/o sexual por parte de su pareja, de acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud. Para que quede aún más claro: si tienes tres amigas, según esta estadística, una de ellas fue violentada. Además, en 2012, la mitad de los casos de feminicidio fue perpetrado por el compañero sentimental o un miembro de la familia. Pero estas son las cifras de la violencia física, la visible, la que es fácil categorizar como tal.
ONU Mujeres explica que hay otros comportamientos de la pareja que también son indicio de maltrato: así no haya agresión contra el cuerpo. Por ejemplo, tener un acceso limitado (o ninguno) a las finanzas o a la toma de decisiones. En términos simples: el control sobre todos y cada uno de los gastos de la mujer, así como el hecho de dejar que la pareja decida todo sin atreverse a decir algo.
Los intensos mensajes de texto también son un signo de alerta. Si hay que soportar expresiones humillantes, de menosprecio o insulto, si los mensajes y las llamadas son constantes cuando no están juntos, es necesario poner atención. Igualmente si la persona tiene que pedir permiso para hacer algo o existen limitaciones para visitar a familiares o amigos.
Las frases de todos los días que no son “normales”
A propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la organización Católicas por el Derecho a Decidir recopiló varias frases que encarnan la violencia y se les suelen repetir a las mujeres. Un ejemplo es “calladita se ve más bonita”, que según la organización “justifica la discriminación contra la mujer. También “¿Si sabe cocinar, ya se puede casar?”, porque, según el grupo, hace parte de un tipo de discurso que “busca afianzar estereotipos que discriminan a las mujeres”.
En su columna sobre cómo pueden los hombres responder al fenómeno de redes sociales #MeToo (#YoTambién), la directora y actriz Nicole Stamp pidió que a las mujeres que son colegas o extrañas no hay que decirles “cariño”. “Evita los apodos diminutivos como cariño, bebé, querida, niña o jovencita. Es condescendiente usar nombres de mascotas en el trabajo. Usar los nombres preferidos muestra respeto”, escribió.
En el mismo sentido están los insultos de género o misóginos: “Palabras como perra, coño o puta solo se dirigen a las mujeres. Otras palabras como marica, por ejemplo, degradan los rasgos femeninos y los hacen ver como algo menor, más débil e indeseable en los hombres. Evita todas esas palabras. Si necesitas insultar a alguien, concéntrate en sus acciones, no en su cuerpo o su género”, explicó Stamp.
La discriminación en las oportunidades
El más reciente Índice de Desarrollo Humano del PNUD encontró que respecto a las oportunidades las mujeres sufren discriminación. Por ejemplo, en 100 países se les impide emprender algunas carreras profesionales solo por su género. Y en 18 países deben contar con la aprobación del marido para desempeñar un trabajo.
¡Hasta para viajar son discriminadas! “En 32 países los procedimientos para obtener un pasaporte son distintos de los aplicables a los hombres”, explicó el PNUD. En la misma línea, en 155 de 173 economías, hay por lo menos una restricción jurídica basada en el género para el empleo y el emprendimiento de las mujeres.
De hecho, un documento de la ONU acerca de los progresos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible –uno de ellos es la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres– encontró que solo el 52% de las mujeres entre los 15 y los 49 años que están casadas o viven con su pareja “toman sus propias decisiones en materia de relaciones sexuales consentidas, usan anticonceptivos y acuden a los servicios de salud”.
El PNUD destaca que “en numerosas sociedades, las mujeres sufren discriminación en relación con los bienes productivos, como el derecho a la tierra y la propiedad”. Solo entre el 10% y el 20% de los propietarios de las tierras son mujeres.
No hay que olvidar tampoco que las mujeres, cuando son empleadas, llegan del trabajo a seguir trabajando en el hogar. “Las mujeres tienen que compaginar el trabajo fuera del hogar con el trabajo de cuidados no remunerado dentro de este y equilibrar sus funciones productivas y reproductivas”, explica el PNUD. Y la ONU coincide, pues el promedio de tiempo que ellas dedican a los cuidados de asistencia, así como al trabajo doméstico, “supera con creces el triple para las mujeres que para los hombres”. Y esta diferencia ahonda la brecha entre los géneros frente al trabajo no remunerado.
Además, ganan menos. En el mercado laboral de todo el mundo reciben 0,77 centavos por cada dólar que ganan los hombres.
El último Índice Global de Brecha de Géneroencontró que la brecha entre hombres y mujeres “en la salud, la educación, la política y la economía se amplió por primera vez desde que comenzaron los registros en 2006”. Y a este paso, cerrar la brecha económica, por ejemplo, nos tomará 217 años. Más de dos siglos. ¿Cuántas generaciones crecerán y vivirán durante todo ese tiempo?
Con información de CNN