Alma, como muchas niñas en México, que desaparecen sin dejar rastro alguno a sus familiares, fue secuestrada a los 14 años de edad y convertida en esclava sexual, sostuvo entre 25 y 35 relaciones sexuales diarias durante tres meses, tiempo en que estuvo cautiva.
En ese tiempo fue testigo de al menos tres asesinatos y de cómo la policía del estado de Puebla servía a esta modalidad del crimen organizado; fue rescatada gracias al escape de otra jovencita y hoy presenta su historia a estudiantes con la esperanza de salvar vidas.
Alma se ha convertido en un ejemplo de valentía y entereza y hoy les presentamos su historia:
El corazón se les detuvo cuando vieron a los dos sujetos encapuchados frente a ellas… se quedaron congeladas, no pudieron gritar, no pudieron correr, sólo vieron a dos encapuchados que les pusieron pañuelos en los rostros y luego nada. Horas después el fuerte dolor de cabeza les regresó la conciencia.
Alma, se quiso incorporar, pero no pudo, estaba amordazada y atada de pies y manos. Estaba refundida en el hueco detrás de los asientos del tráiler, su prima Diana estaba igual, pero en el suelo del camión, a los pies de un desconocido, quien le sumía el estómago con una de sus extremidades.
La situación de las jovencitas de 13 y 14 años no era buena. La angustia se apoderó de ambas. Las preguntas las asediaban casi ahogándolas. ¿Quiénes eran estos hombres?, ¿por qué les hacían esto?, ¿a dónde las llevaban?, ¿qué más le harían?
Desde lo más profundo de su ser deseaban que todo fuera una pesadilla, que de pronto despertarían y estarían en sus casas, en sus camas, con sus familias, pero esto nunca ocurrió.
Mientras pasaban las horas la mente de Alma recorrió los momentos que la llevaron hacia esta situación y lloró aún más. Eran culpables de escaparse de sus casas.
UNA MALA DECISIÓN
Horas antes las niñas planearon todo. Había una fiesta a la que querían asistir, pero no podrían hacerlo. A ninguna de ellas les darían permiso… Algo tendrían que hacer.
Se trataba de la fiesta del pueblo, esa que en el Estado de México dura un mes y en la que se tendrían productos artesanales, teatro, lucha, bailes, pero principalmente estarían unos chicos que les gustaban. Estaban emocionadas, porque no podían perdérsela. Pero, ¿cómo le harían?
Pues no había más que hacerlo a escondidas, así que armadas de valor, se vistieron. Alma y Diana, se escaparon. Era todo un sueño haberlo logrado, pensaban mientras caminaban hacia la carretera donde tomarían un transporte que las llevaría hasta la feria. Literalmente el corazón se les salía del pecho.
EL SECUESTRO
Cuando los dos sujetos las tomaron de los brazos y plagiaron, sus corazones se paralizaron. En unos cuantos segundos sintieron la vulnerabilidad de sus edades y desearon tener a sus padres para que las rescataran, pero estaban completamente solas, nadie vendría.
Las horas pasaron desde su rapto cuando ambas, sumidas en sus pensamientos, escucharon que el motor se detuvo. Los tipos las habían llevado del Estado de México a Morelos. Las bajaron a empujones y las llevaron a bares, de esos conocidos como “teibols”, que no son otra cosa que prostíbulos encubiertos de bares. Las ofrecieron como mercancía, pero no se las aceptaron porque eran unas niñas y son más problemáticas que las adultas.
Las llevaron a Puebla, donde encuentran a una mujer que sí las recibió. Su nombre era Jazmín. Una mujer alcohólica, quien fue violada sistemáticamente por su padrastro desde los nueve hasta los 15 años, pero que ahora había dejado de ser la víctima para convertirse en la victimaria, y una muy cruel.
EL INICIO DEL INFIERNO
Alma y su prima fueron confinadas a un cuarto, que no tenía muebles, tenía un olor a humedad que penetraba los poros de la piel y sólo tenía una colchoneta en el piso. Ahí estuvieron juntas dos días, sin comida y algo de agua en ocasiones, pero ésta tenía un olor nauseabundo, parecía de caño, pero la sed era indescriptible y no había alternativa más que beberla.
El tiempo pasaba lento, no entendían por qué los días eran tan largos y las noches tan frías. Las jovencitas, quienes eran literalmente unas niñas, no imaginaban lo que iban vivir, pero presentían que era algo muy malo. Se abrazan como si de eso dependiera sus vidas.
El tercer día se abrió la puerta y entró Jazmín y sin decir nada se llevó a Diana, no supo a dónde. Pasaron dos días más en las mismas condiciones. Pensaba en su padre. Lo amaba y lo odiaba en ocasiones.
El quinto día entró un jovencito, acaso tendría unos 17 años, su nombre era Daniel.
– “Hola, ¿cómo estás?”, le preguntó como si la situación no existiera. Alma no respondió, temblaba mientras se refugiaba en el rincón más alejado.
– “Mira vas a estar bien. Ya tenemos todos tus datos, nos lo dijo tu prima”. La joven estaba sorprendida. ¿Cómo era posible que su prima Diana les hubiera dicho todo?
Daniel le da los datos de su vida, con detalles, le dice que todo se lo dijo su prima, quien, según él, ya había aceptado trabajar en un bar, y le propone el mismo trabajo.
Le promete que se comunicarán con sus familiares, para decirle que está bien y que la llevarían a su casa nada más que ella, trabajando en el bar pagaría los gastos. (Ricardo Méndez/Quintana Roo Hoy)