Es muy conocida la leyenda de Ícaro, el joven que recibió unas alas fabricadas por su padre para escapar de la isla de Creta, pero que al volar se acercó demasiado al Sol y terminó cayendo al vacío. ¿Pero quién cuenta la leyenda del Sol, el astro que es un verdadero monarca, pero que está solo en el firmamento? Esto es lo que quiere contar “Luis Miguel. La serie”, la esperada producción de Netflix, que tuvo un promisorio arranque y que promete episodios nuevos cada domingo.
Con un alto presupuesto que se refleja en una excelente reconstrucción de época, la licencia de todos los éxitos del mexicano y un gran elenco, la bioserie muestra sólidas actuaciones y un ritmo a tono con los grandes tiempos actuales, pasando entre varios momentos temporales con frescura y buen ritmo.
Sin revelar demasiados temas y sin conocer el resto de la temporada, se puede afirmar que en la primera escena se encuentra contenido todo lo que sucederá después: mientras una multitud corea su nombre en un estadio paraguayo en 1992, Luis Miguel recibe la noticia de que su padre agoniza.
Con sangre fría, decide no llamarlo, se sube al escenario y, por un momento, parece aislarse en su tristeza. Pero en cuanto suena la primera nota de Cuando calienta el sol, pega su clásico salto y se transforma en el gran astro latino que preparó el terreno para tantos de sus colegas.
Luis Miguel. La serie, es una verdadera fábula sobre las sinuosas curvas del camino hacia la fama. Y, como en toda fábula, tiene una moraleja -por lo que se vio en el primer episodio, la lección es que el éxito profesional no siempre va de la mano con el éxito personal- y también tiene un villano. En este caso, el malvado es Luis Gallego, nada menos que su padre.
Con una maldad digna de un antagonista de telenovela, el personaje de Gallego termina siendo casi una caricatura, pero parece ser lo que el mismo cantante piensa de su progenitor: una persona ambiciosa, mentirosa y manipuladora, dispuesto a perjudicar a todos con tal de lograr su propio beneficio.
Desde robarle en la cara al representante, que luego lo deja en la calle hasta usar a su niño para manipular emocionalmente a un compadre o cambiar las fechas de un concierto para separar a su hijo de la novia, parece no haber límites para Gallego. Él es un patriarca que maneja todos los hilos, incluyendo a los de su mujer, la italiana Marcela Basteri, quien se sabe que eventualmente desaparecerá sin dejar rastro.
En contraste con él, Luis Miguel es mostrado como alguien ingenuo, de buen corazón y totalmente obsesionado con su trabajo. Desde editar él mismo un videoclip hasta darle indicaciones a los sonidistas de una entrega de premios; no hay ámbito en el que el cantante no se meta para perfeccionarlo.
El verdadero Luis Miguel es uno de los productores de la serie y quien dio el visto bueno para realizarla a partir del libro Luis mi rey, del español Javier León Herrera.
“Durante décadas muchas personas han hablado de mi vida, pero ha llegado el momento de que mi verdad salga a la luz”, declaró el cantante cuando se dio a conocer la producción. Queda la duda de si esto no se volverá también una carga para la ficción: ¿conoceremos sus aristas oscuras o todos sus problemas serán consecuencia de alguien más?
Por ejemplo, el retrato de la fotógrafa mexicana Mariana Yazbek, su primera novia, parece ser demasiado perfecto para un hombre al que se le adjudicaron mil romances, mantuvo en secreto a una hija durante más de una década y vivió sus vínculos de pareja en las sombras.
Con nuevos episodios cada domingo a las 9:00 p.m., Luis Miguel. La serie tiene todo para atraer a la audiencia, ser el centro de conversación y revelar algunos de los misterios que por años ocuparon miles de páginas en el continente. Sólo resta saber si el dueño de esos secretos tiene ganas de contarlos.
La bioserie del cantante mexicano está formada por 13 capítulos que serán transmitidos por Telemundo para Estados Unidos y Puerto Rico, mientras que para América Latina es a través de la plataforma de streaming Netflix.