CIUDAD DE MÉXICO.- Mario Moreno falleció el 20 de abril de 1993, a los 81 años, en su casa de Ciudad de México, víctima de un cáncer de pulmón. El cómico más popular del cine en lengua española dejaba medio centenar de películas y personaje con una forma de hablar disparatada, mezcla de muletillas coloquiales y términos cultos mal empleados que le hicieron inolvidable. 25 años después de su muerte, vive el recuerdo de un actor que empezó desde abajo e hizo reír a varias generaciones de latinoamericanos y españoles con un humor que dejaba entrever un trasfondo de crítica social.
Cantinflas dejó escrito su epitafio: “Parece que se ha ido, pero no es cierto”. En 2013 se estrenó el biopic que protagonizó Óscar Jaenada. “Mario Moreno prefirió que Cantinflas le eclipsara”, explicó Jaenada. “De un actor se espera que sea muchos personajes, y Moreno optó por lo opuesto”.
Hijo de una familia numerosa, abandonó los estudios muy joven y fue limpiabotas, maletilla, cartero, taxista y boxeador, antes de empezar a trabajar en un circo. Cantinflas debutó en el cine en 1936. El éxito le llegó con Cara y cruz (1937), y ya no abandonó a su personaje, tierno y parlanchín, el peladito mexicano con los pantalones caídos y la pañoleta al cuello que se enredaba con las palabras. Su carrera fue metórica: entre 1940 y 1941 llegó a rodar siete películas.
Con títulos como El Padrecito (1964), Su excelencia (1966) y Un Quijote sin mancha (1969) consiguió acrecentar su enorme popularidad en los países hispanohablantes.
Cerca de medio millón de persona se despidieron del actor en la capilla ardiente, abierta al público durante dos día en un teatro de la capital mexicana. Después llegaron los líos en el reparto de su herencia,