Redaccion / Grupo Cantón
Gran Bretaña,-La muerte de Ozzy Osbourne ha generado una profunda conmoción entre fanáticos del rock y del heavy metal, no solo por su figura como solista, sino por el papel fundamental que tuvo en la creación de Black Sabbath, una de las bandas fundacionales del género.
Aunque el grupo prescindió de Osbourne una década después de su formación, su imagen y su voz jamás dejaron de estar ligadas al imaginario de la agrupación que marcó a generaciones enteras.
Tanto fue el impacto de su música, que incluso Joseph Ratzinger, antes de convertirse en el Papa Benedicto XVI, la condenó públicamente por su contenido, al que calificó de “satánico” y “subliminal”.
Durante sus años como sacerdote y profesor de teología en Tubinga y Ratisbona ciudades alemanas a más de 600 kilómetros de Birmingham, la cuna de Black Sabbath, Ratzinger no permaneció ajeno a la influencia de la música que cruzaba fronteras con mensajes que, según él, podían perturbar el alma de la juventud.
El álbum debut de la banda, “Black Sabbath” (1970), abría con campanas de iglesia y la inquietante frase entonada por Ozzy:
“Dejad la Tierra a Satanás y a sus esclavos”.
Aquello fue suficiente para que Ratzinger como otros líderes religiosos de la época descalificara la propuesta musical de los británicos, advirtiendo sobre su capacidad de seducción y peligro para los jóvenes inmersos en la creciente ola del rock, influenciados por grupos como The Beatles, Creeam, Led Zeppelin, Queen, Pink Floyd, The Rolling Stones, The Animals, The Who o The Yardbirds.
Tan seria era la preocupación del futuro pontífice, que incluso hizo un llamado directo a la banda para que abandonara lo que consideraba “rituales satánicos” en sus conciertos.
Sin embargo, ni Ozzy ni sus compañeros acataron la advertencia.
Aunque el grupo se separó de su vocalista original una década después de su fundación, cada uno continuó su camino manteniéndose fiel a sus raíces musicales y estéticas.
En su carrera en solitario, Ozzy Osbourne llevó su estilo aún más lejos, mezclando teatralidad y provocación con actos que rozaban el espectáculo extremo.
En sus conciertos, arrojaba vísceras y partes de animales al público, inspirado según él por las guerras de pasteles que veía en viejas películas cómicas.
Esto generó una suerte de interacción grotesca entre artista y fanáticos, quienes comenzaron a asistir a los shows con animales exóticos y otras excentricidades que lanzaban al escenario en honor al autodenominado “Príncipe de las Tinieblas”.
Uno de los momentos más infames ocurrió en 1982, en Des Moines, Iowa, cuando Ozzy le arrancó la cabeza a un murciélago vivo que un fan había lanzado al escenario.
El cantante aseguró después que pensó que era un juguete de felpa.
El escándalo fue inmediato, pero con el tiempo, Osbourne supo capitalizar la controversia: años más tarde, vendió peluches de murciélago por 40 euros, transformando el acto más polémico de su carrera en una marca registrada.
Hoy, tras su fallecimiento, Ozzy Osbourne deja un legado tan complejo como influyente.
Entre luces y sombras, es imposible hablar del heavy metal sin mencionar su nombre.
Su historia, marcada por la rebeldía, la teatralidad y la provocación, seguirá resonando como los acordes distorsionados de su música en la memoria colectiva del rock.