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Lo que nos enseña la pérdida de un padre y cuanto estamos dispuestos a aprender después

El fallecimiento de un padre puede generar un terremoto en la autopercepción y reposicionar el espacio mental que uno ocupa en el planeta.

El dolor puede traer un cambio de vida. ¿Ha notado un número de personas más alto de lo normal que publican en Facebook acerca del fallecimiento reciente de un padre o madre? Tiene razón. Los estudios muestran que las tasas de mortalidad se disparan cerca de la Navidad, y enero cobra la mayor cantidad de vidas. Les pedimos a los expertos que compartan sus puntos de vista y experiencias al respecto, así como consejos sobre cómo manejar el dolor y emerger iluminado después de ese tiempo desafiante.

Es difícil porque… es difícil

“Tendemos a pensarnos a nosotros mismos como ‘niños’ hasta que perdemos a nuestros padres. Recién entonces estamos en la primera línea de mortalidad”, afirmó Debra J. Umberson, profesora de sociología en la Universidad de Texas, en Austin y autora del libro “Death of a Parent: Transition to a New Adult Identity (“La muerte de un padre: transición a una nueva identidad adulta”). “Esto nos da una perspectiva muy diferente sobre nuestras vidas y dónde encajamos en términos de generaciones”.

David Kessler, fundador de grief.com y coautor junto con la Dra. Elisabeth Kübler-Ross del influyente libro “On Grief and Grieving: Finding the Meaning of Grief Through the Five Stages of Loss” (“Sobre la pena y el duelo: encontrar el significado del dolor a través de las cinco etapas de la pérdida”), afirmó que para muchos adultos, independientemente de su edad, es difícil sentirse huérfano después de que un padre fallece. “Trato de recordarles que uno todavía está conectado con esa persona, incluso después de la muerte”.

“Nuestros padres son nuestra primera relación… Entonces, cuando uno de ellos muere, es como si nos quitaran un ancla”, continuó Kessler.

Abbe Andersen, residente de Los Ángeles, se hizo cargo de su madre que tenía Alzheimer. Cuando ésta falleció, a los 88 años, Andersen sintió que su punto de referencia en la vida también había muerto. “Es un sentimiento de estar perdido”, afirmó. La cuestión también le permitió replantearse y restablecer prioridades personales: “Lo importante son tus conexiones… amigos queridos y familiares”.

“Tener un lugar que evoque a los padres, e ir a ese lugar para hablar con ellos puede ser muy reconfortante”, explicó Umberson. También puede ser útil plantar un árbol o armar un álbum de fotos especial, o un álbum de recortes.

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Hacer un inventario psicológico

Safer recomendó tomarse un tiempo para pensar en el legado de los padres y el propio: “Cuatro preguntas que uno debe hacerse sobre el carácter de sus padres son: ‘¿Qué obtuve de mis padres que deseo conservar? ¿Qué lamento no haber recibido? ¿Qué recibí que quiero descartar? ¿Qué necesitaba pero mi padre no pudo brindarme?’”.

“Aquello que uno no obtuvo y que era necesario, búsquelo en otras personas o en usted mismo”, agregó Safer.

Las primeras dos semanas… y luego el resto de la vida

Cuando se pierde a un padre de adulto a menudo hay mucho por hacer, como contactar a familiares, planificar el funeral y clasificar las pertenencias. “La realidad es que uno está ocupado en el ajetreo. Luego, en unos tres meses o hasta un año después, realmente el tema lo golpea… Y generalmente para esa época todo el apoyo de los demás ya no está”, indicó Kessler. Entonces las tradiciones familiares cambian a medida que llegan las primeras navidades y los cumpleaños.

“El segundo año es cuando nos damos cuenta de que nunca volverán, nunca los volveremos a ver, así somos nosotros ahora”.

“El tiempo no cura todas las heridas, pero el dolor de la pérdida disminuye con el tiempo. Mi consejo principal es no esperar a recuperarse rápidamente y no sentir que hay algo anormal en los intensos sentimientos de dolor”, advirtió Umberson, quien agregó que puede sea reconfortante pasar tiempo con otras personas que han sufrido una pérdida similar, ya sean amigos o desconocidos en un grupo de apoyo. “Buscar este tipo de contacto es algo concreto que las personas pueden hacer para ayudarse a avanzar”.

Por su parte, Kessler señala que compartir el dolor online también puede contribuir. “Publicar una foto de su madre en el aniversario de su muerte puede conectar a una persona con amigos y familiares que también están afligidos. Además, se puede hallar un grupo cerrado de Facebook donde los miembros se unen de acuerdo con el tipo de aflicción que tienen”, destacó. “Tenemos la necesidad primordial de que nuestro dolor tenga testigos.

“Nuestra psique no quiere que seamos una isla de dolor. Nos necesitamos unos a otros y el dolor es un conector universal”.

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Vía LA Times

Publicado por
Redacción Quintana Roo