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24 abril, 2024

Astillero

¿El Tren de Troya?

El pasado viernes, en Mérida, el presidente Andrés Manuel López Obrador asistió como “testigo de honor” a la firma de un trascendente acuerdo entre el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de México y la Cámara de Comercio de los Estados Unidos./

En esencia, los representantes de los principales empresarios de los dos países se pusieron de acuerdo para dar continuidad al modelo económico neoliberal vigente (el que una tarde del domingo 17 de marzo en Palacio Nacional había declarado solemnemente “abolido” el propio López Obrador). Que nada cambie. Que todo siga igual. Que los negocios sigan rodando exitosamente. Tan importante fueron la reunión y el acuerdo que también participaron en la capital yucateca el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, y el presidente y director general de BlackRock (la administradora de activos más importante del mundo: la que aconseja dónde, cómo y por qué invertir), Laurence Fink./

La adhesión de López Obrador al acuerdo empresarial binacional fue inequívoca: “Estoy de acuerdo con los términos de la declaración conjunta que se acaba de firmar. Por nuestra parte nos comprometemos a hacer valer un auténtico Estado de derecho. Nos comprometemos a respetar los compromisos que se hicieron para la aprobación del Tratado de Libre Comercio”, aseguró el presidente de México./

Al propio presidente y director de BlackRock le dedicó AMLO palabras alentadoras para la firma que es “líder mundial en gestión de inversiones, gestión del riesgo y servicios de asesoramiento en más de 30 países de todo el mundo”. Un poder mundial y, en especial, el nuevo poder económico dominante de México. Le dijo López Obrador a Fink:

“trabajando juntos y escuchándonos, podemos encontrar puntos en común; en que las discrepancias son consustanciales a la democracia; en que nos necesitamos unos a otros, creando mayor prosperidad para los ciudadanos de México y Estados Unidos”./

Ahí mismo, López Obrador continuó con la tanda de extraños agradecimientos a Donald Trump, “por estar abierto a tratar con respeto los asuntos comerciales, migratorios y de seguridad, mediante el diálogo permanente y cooperación para el desarrollo”. También mencionó ahí que ya se inició la implementación de estrategias enfocadas en el Sureste y de cooperación con los países centroamericanos, como el Tren Maya, la modernización del sector energético y el proyecto del Istmo de Tehuantepec para acercar países de Asia con la costa este de Estados Unidos (citas tomadas de https://bit.ly/2P8j8Lz )./

Al siguiente día de esa reunión, López Obrador reveló que el secretario estadounidense de comercio, Ross, le había transmitido en Mérida “un mensaje del presidente Donald Trump de que están dispuestos a invertir y ayudar a que se construya el Tren Maya y otras obras de infraestructura en el Sureste” (nota de Alonso Urrutia en La Jornada, https://bit.ly/2ItnRpA ). Dado que se usaron vías oficiales, ha de entenderse que la disposición “a invertir y ayudar” es del gobierno de Estados Unidos y no sólo del empresario Trump./

Un mensaje de ese calado es una insolencia. La historia de México muestra los graves riesgos de intervencionismo armado que en nuestra contra han practicado potencias extranjeras (actualmente, los cañones se llaman computadoras y “mercados”). Así que, ahora, Trump, el gobierno de Estados Unidos y BlackRock pretenden “invertir y apoyar” no sólo en el Tren Maya, que podría terminar como Tren de Troya, sino en “otras obras de infraestructura” en el Sureste./

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No olvidemos que en el paquete está el corredor transístmico que partiría al país en dos (la balcanización de México), toda la región convertida en el auténtico muro migratorio prometido electoralmente por Trump. Permitir que haya “inversión y ayuda”

estadounidense en estos proyectos significaría abrir las puertas a eventuales discordias, litigios e intervenciones. Así lo muestra y confirma la historia. Muy preocupante que Trump se atreva a enviar ese mensaje y que AMLO lo haya dado a conocer suavemente, con un exploratorio desparpajo pragmático.-

Baste recordar la “Guerra de los Pasteles”, desatada por Francia contra nuestro país alegando que, en 1832, “oficiales del entonces presidente Antonio López de Santa Anna habían degustado de su finísima repostería francesa y, tras el placer, abandonaron su negocio sin pagar lo consumido, aprovechando los recurrentes disturbios y motines que asolaban por doquier”. El dueño del lugar, de apellido Remontel, exigió “¡Sesenta mil pesos de ese entonces!”, según relata la historiadora Elsa Aguilar Casas en su texto “Los pasteles más caros de la historia” (https://bit.ly/2Zbdjl3 ). En el mismo artículo se menciona que “el contexto de este conflicto internacional fue el de una crisis generalizada en el territorio nacional: economía paralizada, inseguridad y malas comunicaciones, levantamientos armados… caldo de cultivo de una creciente inestabilidad”./

Particular atención merece el entusiasmo de BlackRock y su presidente y director general, el citado Laurence Fink. Luego de la mencionada reunión cumbre en Mérida, dijo: “Admiro al presidente (López Obrador” y la manera en la que les da voz a todas las necesidades de los ciudadanos mexicanos”. Y consideró que “debe existir una comunicación cercana entre el sector privado y el gobierno mientras avanzan, ya sea en la banca, energía, planes de jubilación o en educación” (https://bit.ly/2VLovTc ). Mmm./

El año pasado, BlackRock adquirió “el negocio de administración de activos de Citibanamex”. La revista Poder publicó en julio de 2018 que “a través sus instrumentos de inversión, BlackRock tiene acciones de 69 empresas en la Bolsa Mexicana de Valores, lo que la hace la inversionista más grande del mercado bursátil mexicano. No participa en ninguna junta directiva, pero en su sistema de información procesa y almacena los documentos exclusivos que recibe como inversionista”. Por su parte, Forbes publicó que “Marco Antonio Slim Domit, el hijo del hombre más rico del país, Carlos Slim, es uno de los miembros de la junta directiva de BlackRock”.-

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