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28 marzo, 2024

Astillero

El navegante Marcelo

En su papel de canciller, Marcelo Ebrard Casaubon se está especializando en poner buena cara a los malos tiempos. Pase lo que pase, él asume posturas de enterado y partícipe de movimientos o jugadas de las que quedó fuera o a las que llegó como convidado. En el torbellino del estilo obradorista, con tantas voces y manos opinando y actuando a reserva de que el jefe determine lo que a última hora sucederá, el discípulo favorito del difunto Manuel Camacho Solís navega como puede.

Por ejemplo, recicló palabras de Mike Pompeo, su homólogo estadunidense, y las puso en el escaparate mediático como si fueran una especie de logro político o promesa firme y segura: el secretario de Estado del vecino país del norte habría asegurado que este gobierno no cerrará la frontera con México (como el presidente Trump ha dicho en varias ocasiones).

Conforme se lee la nota del caso, la contundencia de la interpretación ebrardista se va desvaneciendo. “No hay cierre de ningún punto” fronterizo, dijo el político de ya larga carrera multipartidista, pero, bueno: “nos han dicho que no va a ocurrir y esperaremos que no ocurra”, matizó enseguida el secretario de Relaciones Exteriores. En realidad, fue precisando, Pompeo informó a Ebrard que “no tienen intención de cerrar, pero sí están enfrentando un mayor flujo” de migrantes, lo que está obligando al gobierno estadunidense a destinar más personal a atender los asuntos migratorios, multiplicados, lo cual provoca aglomeraciones de vehículos en los puntos de cruce de un país a otro.

Esta columna, con aspiraciones de agente vial y pretensiones de un doctorado en geopolítica de cuatro llantas rodantes, supone que si esos problemas siguen complicándose, porque México no “detiene” a los migrantes que vienen del sur, podría suceder que, aún sin querer queriéndolo, los pasos fronterizos queden virtualmente cerrados (“¡Oh, Pompeo, ¿acaso me habéis mentido?!”: futuro entremés marcelino) Ah, pero hubo otro punto de apoyo para el optimismo declarativo del diplomático Marcelo: “lo que sí puedo decir es que no tienen planeado un cierre fronterizo completo” (pseudoprimicia informativa de Ebrard que, en realidad, había sido postulada desde días atrás por el mismo Trump).

Más allá de las andanzas del escurridizo precandidato Ebrard, lo preocupante son las cesiones, explícitas o confidenciales, que el gobierno obradorista está haciendo al beligerante trumpismo que necesita a México como trofeo de caza para incentivar al electorado supremacista y antimigrante de Estados Unidos en la próxima recolección de votos, con sentido reeleccionista.

No es cuestión de “prudencia” sino de realidades políticas. México está cediendo demasiado a Trump al aceptar la aplicación de las políticas de este contra la migración centroamericana y caribeña y al convertir a nuestro país en un patio trasero para acomodo de los flujos migratorios que Estados Unidos no desea más.

La visión de Palacio Nacional es sumamente pragmática pero igualmente riesgosa: los pocos o muchos avances de la llamada Cuarta Transformación estarían en riesgo de caída o disolución si se produjera una complicación económica o financiera a partir de botones ubicables en Washington y en Nueva York. Pero, en aras de esas expectativas de corrección nacional, el obradorismo ha renunciado hasta a la oratoria defensiva, delineando con claridad los verdaderos límites de un eventual proyecto de cambio verdadero.

Este viernes vuelve la presencia masiva del magisterio disidente a las calles de la Ciudad de México. Aún cuando los directivos de la cámara de diputados (Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo) han anunciado que no hay fecha obligada para discutir y eventualmente aprobar las reformas a las reformas peñistas en materia de educación, miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación sesionarán en la capital del país y mostrarán nuevamente su disposición a pelear a fondo ante lo que consideran una modificación a medias, o menos que a medias, de aquella “reforma educativa” peñista de la que el mismo Mario Delgado aseguró que no quedaría ni una coma.

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La administración obradorista ha ido manejando sus necesidades de reajuste de promesas de campaña, e inclusive de retrocesos, sin que los segmentos sociales afectados hayan podido oponerse con fuerza a esas decisiones del nuevo poder. Pero, como ha sucedido en otros sexenios, la fracción magisterial no oficialista (la CNTE en general y, en particular, su base actualmente más participativa, la sección 22 de Oaxaca) mantiene una tensión sobre el tablero de ajedrez que no puede ser desactivada solo con recursos retóricos o con ofertas de posteriores ajustes.

En ese tablero va moviéndose una fuerza antes desplazada y ahora en proceso de recomposición: el gordillismo que mantiene sus piezas en busca de recuperar la dirección del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y, además, en busca de rehacerse de un instrumento partidista, al estilo de lo que antes hizo con el Partido Nueva Alianza (el Panal).

Bajo la denominación de Redes Sociales Progresistas y con la abierta participación, como dirigentes, de un nieto y el yerno de la profesora Elba Esther Gordillo, el futuro partido RSP plantea “apoyar” al obradorismo pero desde una posición relativamente independiente, propicia para negociaciones al estilo del citado Panal, ahora desaparecido, o los demás partidos bisagra o satélites, el Verde, el del Trabajo y el PES desaparecido como tal pero en proceso de reconstitución como Partido Encuentro Solidario. ¡Hasta mañana!

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