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México quiere ‘derrocar’ al efectivo

CIUDAD DE MÉXICO

El Starbucks del centro comercial Buenavista, una elegante estructura ubicada más allá del centro histórico de Ciudad de México, estaba atestado hace poco, una mañana de día laboral.

La multitud enlentecía a la cajera, Monserrat Ruíz, pues cliente tras cliente pagaba sus latte y cafés helados en efectivo (con billetes y, en algunos casos, monedas de pequeña denominación).

Es una noción extraña para cualquiera que se haya acostumbrado a la ágil experiencia de pagar con tarjeta o con una app en ciudades de EU y Europa. Pero en México, el efectivo aún es rey. Además, su uso sigue creciendo. Es el resultado de una economía informal y una desconfianza profundamente arraigadas, en particular frente a las principales instituciones.

Ahora, el Gobierno del país y los grandes bancos tratan de ayudar a los mexicanos a dejar su hábito de uso de efectivo. El programa nacional llamado CoDi, abreviatura de cobro digital, tiene como objetivo expandir en gran medida las compras electrónicas, al tiempo que brinda una nueva base de clientes a compañías financieras y ayuda a tomar medidas enérgicas contra las transacciones ilícitas.

En un país donde casi 40 por ciento de la población no tiene una cuenta bancaria, tal cambio del efectivo significaría una remodelación radical de la cultura de la nación.

Hay un “gran desafío subyacente a la economía mexicana, y es el sector informal“, dijo Christopher Wilson, subdirector del Instituto de México del Centro Wilson, un grupo de expertos con sede en Washington. “Es más probable que las personas reciban pagos en efectivo, lo que significa que tienen menos incentivos para abrir una cuenta bancaria y menos incentivos para acudir a pagos digitales”.

Aproximadamente 88 por ciento de los mexicanos usan efectivo como medio principal de pago, según datos de Minsait, una filial de la consultora española Indra. Si bien las transferencias electrónicas de dinero han existido durante mucho tiempo en el país, son complicadas, y a menudo requieren un pinpad especial o incluso ir en persona a otra sucursal bancaria.

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Países ya han tratado de tomar medidas enérgicas contra el uso de efectivo, en particular con la prohibición del primer ministro indio, Narendra Modi, hace tres años, de facturas de alta divisa, que sacudieron la economía y causaron caos para las empresas. CoDi, cuyo lanzamiento oficial fue el 30 de septiembre, se considera como la infraestructura sobre la cual los bancos de México pueden construir sus propias aplicaciones.

Casi dos docenas de instituciones financieras han implementado aplicaciones completas de procesamiento de pagos vinculadas al sistema, según información del banco central, incluidos Banco Santander, Citibanamex de Citigroup y Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, el banco más grande del país. Seis más, entre ellos HSBC, ofrecen solo pagos de persona a persona.

CoDi tuvo un lanzamiento inicial de prueba en tres ciudades, que según bancos fue en gran medida un éxito. Santander, por su parte, trabajó con 450 minoristas en las áreas, incluidos vendedores de tortillas y bodegas locales que son el epítome de la cultura del efectivo.

Los programas piloto “nos permitieron comprender cómo reaccionan las personas ante una forma de pago que ahora no es tangible”, apuntó Carlos Marmolejo, director ejecutivo que supervisa el lanzamiento de CoDi en Santander. “Cuando vieron que podían pagar con esto, que las pequeñas empresas podían aceptar pagos con un código QR, fue increíble para ellos”.

El potencial se exhibió en Tulancingo, una ciudad de prueba a hora y media al noreste de Ciudad de México. En una tienda esquinera, un joven de 16 años llamado Orlando agarró un Sprite y una Fanta de fresa y escaneó su teléfono inteligente para pagar con CoDi. “El sistema es bueno y bastante fácil”, comentó Orlando.

Pero en otras partes del bullicioso centro de la ciudad, los desafíos son claros. El efectivo se usa fácilmente para comprar de todo, desde tortillas frescas en las esquinas hasta pollos vivos. La publicidad del nuevo sistema de pago era limitada, aparecía solo en pequeños anuncios fuera de las tiendas que usan CoDi y, en un caso, en una sucursal de Santander.

La proporción del efectivo que se utiliza en la economía mexicana como parte del producto interno bruto ha aumentado constantemente desde 2012, según cifras de Minsait. No solo se debe a la cultura del efectivo. Para personas en lugares más remotos con cobertura de Internet irregular, puede que no valga la pena acceder a una cuenta bancaria electrónica.

“CoDi realmente trata de llegar a los no bancarizados pero, para todos los efectos prácticos, está formulado para bancos”, señaló Liliana Rojas-Suárez, directora de la Iniciativa América Latina del Centro para el desarrollo global con sede en Washington. “Es necesario tener una cuenta bancaria”.

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El Gobierno está tan decidido a llevar a más personas hacia el sistema bancario que está considerando prohibir el uso de efectivo para comprar gasolina y pagar peajes, aunque no se ha tomado una decisión final. Parte de ese impulso puede estar vinculado a los esfuerzos del Gobierno para acabar con la corrupción, contra la que López Obrador ha protestado, al limitar la evasión de impuestos y el lavado de dinero mediante el seguimiento electrónico de las ventas.

Pero los ciudadanos mexicanos también desconfían de la corrupción, las altas tarifas bancarias y los problemas dentro del sistema financiero, otra razón por la que prefieren el efectivo.

“No es que no quiera tener una cuenta o hacer más transacciones”, contó Rojas-Suárez. “Es que uno se siente más inseguro, y prefiere tener su dinero consigo y no dárselo a otra persona”.

Esta es una de las razones por las que Martha Jiménez, cliente del Starbucks de Ciudad de México, usa efectivo. Ella explicó que su banco imponía tarifas inexplicables y que a su tarjeta le faltaba dinero sin ninguna explicación.

“Desconfío”, sostuvo Jiménez mientras sacaba un billete de 500 pesos, cerca de 25 dólares, para pagar un termo de café. No solo la mayoría de sus clientes usa efectivo —ella estima que aproximadamente 70 por ciento—, sino que ella generalmente también lo hace.

“No tendría tanto control sobre lo que gasto si usara una tarjeta bancaria”, consideró Ruíz. “Si gasto demasiado podría meterme en problemas”.

Vía El Financiero