Javier A. Cervantes / Grupo Cantón
Japón — En medio de las ruinas que dejó la bomba atómica en 1945, surgió una historia de esperanza, paz y resistencia.
La protagonista fue Sadako Sasaki, una niña japonesa que, a través de mil grullas de papel, dejó un mensaje que aún conmueve al mundo.
Sadako tenía apenas dos años cuando cayó la bomba sobre Hiroshima.
Aunque sobrevivió a la explosión, una década después fue diagnosticada con leucemia, una de las enfermedades causadas por la radiación.
Durante su estancia en el hospital, y motivada por una antigua leyenda japonesa que dice que quien doble mil grullas de papel (orizuru) puede pedir un deseo, Sadako comenzó a crear grullas con cualquier papel que encontraba: recetas médicas, envoltorios de dulces, y hojas usadas.
Su deseo era claro: curarse y, sobre todo, que en el mundo reinara la paz.
Sadako logró hacer 644 grullas antes de fallecer el 25 de octubre de 1955, a los 12 años.
Sus compañeros de escuela completaron las mil en su honor.
Desde entonces, su historia ha dado la vuelta al mundo y ha sido contada en libros, documentales y actividades escolares como símbolo del rechazo a la guerra y a las armas nucleares.
En su memoria, se erigió una estatua en el Parque de la Paz de Hiroshima, donde cada año llegan miles de grullas enviadas por niños y niñas de todo el mundo.
En la base de la escultura se lee:
“Este es nuestro grito. Esta es nuestra oración: Paz en el mundo.”
Su historia se expandió por todo el mundo siendo un gran inspiración para diversos cantantes, cineastas, actores y artistas; también se hicieron un sin fin de libros, mangas, comics, cortometrajes y próximamente una pelicula, pero sin duda uno de los personajes con gran relevancia fue Kano Kocho del anime Kimesu No Yaiba.
Hoy, Sadako representa no solo a las víctimas de Hiroshima, sino también la capacidad de los más jóvenes de alzar la voz por un futuro sin violencia.